Como le dan miedo las jeringuillas, o las agujas, no sé, la terapeuta me pidió que la acompañe al médico a sacarse sangre. A mí me ha hecho gracia que a una tía tan dura, y además terapeuta, le den miedo las agujas, pero aunque sólo fuera por reírme la he acompañado.
Ha costado mucho que me dejaran entrar para acompañarla y una vez dentro, cuando ha visto la aguja o la jeringuilla se ha puesto pálida, entonces la enfermera me ha agradecido que estuviera allí. La he pedido que no hipervetile y que centre su pensamiento. Como me dices tú a mí siempre, pensamiento positivo, pensamiento positivo.
Así que ha respirado, ha respirado y cuando han terminado de pincharla seguía respirando porque no se ha dado cuenta de que ya la habían pinchado. Coño, ha dicho, si esa mierda del pensamiento positivo funciona. Y me han dado ganas de darle un bofetón. Pero sólo le he dado un golpecillo en el hombro.
¿En qué has pensado? En un momento de mucha paz, de gran paz. ¿Cuándo estás en la playa? No, cuando paseamos por ahí.
Y entonces sí, le he dado un bofetón.
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