Como ahora, puedo dormir todo lo que quiera (parece que la terapeuta me ha dejado como antes) disfruto de varias horas de sueño. Incluso muchas. Demasiadas a veces. Y en esas horas felices tengo sueños. Felices. Eróticos. Extraños. Como todos los sueños.
Resulta que estaba yo en El mago de Oz, la película, y que llegaba el momento en que Dorita iba a despedirse de nosotros. Yo era el espantapájaros, lo que me pega bien porque nunca he tenido mucho corazón. Iba despidiéndose uno a uno. Dorita (que resulta que era de la sierra de Albacete) se despedía del León Cobarde, del Hombre de hojalata y cuando llegaba a mí, ¡ploff! Yo desparecía, y se quedaba flotando la frase, “a mí no me gustan las despedidas”. Luego Dorita iba a juntar sus zapatos para irse a casa, pero dijo, sí hombre, y en vez de a casa se fue a no sé cuántos sitios. En cualquier sitio como en casa.
En otro sitio, en otro sueño. Ilsa Lazlo (que resultaba ser pelirroja y con el pelo rizado) se iba a despedir de mí. Ya sabéis lo que pasa. Te arrepentirás, tal vez no mañana y todo eso. Pero cuando iba a empezar la despedida, cuando ella ya tiene el billete en la mano, yo, Humphrey Bogart (cómo me gusta ser Bogart) ¡ploff! Desaparezco. “Es que a mí no me gustan las despedidas”.
Me desperté con la extraña sensación de haber dormido dos meses. Un sueño feliz. Me lavé la cara. A mí no me gustan las despedidas. Así que me fui a comprar el pan sin decir esta boca es mía.
2 comentarios:
A Ilsa Lazlo, que resultaba ser pelirroja y con el pelo rizado, tampoco le gustan las despedidas. Podríamos seguir soñando un par de meses más...
soñar, como tantas otras cosas en la vida no cuesta nada y todos podemos hacerlo o intentarlo, así que se podrá hacer, sí, sólo hay que intentarlo
Publicar un comentario