Al tercer día desperté, tanto sueño tenía que había dormido y dormido y dormido. Aunque aún tenía un poco de sueño, pero bueno, hice un esfuerzo y me levanté. Cuando desperté la terapeuta seguía allí. Estaba cuidando de los patos y echándole agua a las plantas.
Lo primero que hice fue ir a mear, veinte minutos después ya estaba listo para estar sentado en el sillón, bueno, ¿qué me he perdido? Pues mira, han pasado muchas cosas. Vino el chico del gas. Por lo visto tenías la caldera rota, así que el chico vino, estuvo un día, le faltaba una pieza, volvió al día siguiente, me acosté con él, arregló la caldera y ya por fin hay agua caliente, ya te puedes volver a duchar. ¡qué bien, una ducha caliente!
Así que me metí en la ducha y estuve allí mucho rato. Mucho rato. Cuando salí la terapeuta aún estaba allí. Le dije si no tenía que trabajar, y me dijo que no, que iba a cerrar un par de días. Yo dije, vale, ¿qué hacemos? Y nos fuimos a tormar algo.
Al día siguiente cuando me desperté (con un poco de resaca) cogí el teléfono y con un poco de urgencia llame a la terapeuta, ¿así que te has acostado con el chico del gas?
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