Tumbada en la cama ella escuchaba la canción. La hacía suya. Esas eran sus palabras. Las que ella pensaba, las que tenía en la cabeza, las que repetía una y otra vez. Daba la vuelta a la canción una y otra vez. A veces comenzaba otra e incluso pasaba entera, pero seguía repitiendo la misma en sus labios, en su cabeza.
"Tú puedes decir lo que quieras Pero no cambiaré mis ideas Siento lo mismo por ti"
Tumbado en el sillón él escuchaba la canción. La hacía suya. Eran sus palabras. Las que él pensaba, las que tenía en la cabeza, las que repetía una y otra vez. Daba la vuelta a la canción una y otra vez. A veces comenzaba otra e incluso pasaba entera, pero seguía repitiendo la misma, con su voz, con las palmas de sus manos golpeando y haciendo el ritmo.
"Tú puedes decir lo que quieras Pero no cambiaré mis ideas Siento lo mismo por ti"
Ella no le quería y se lo repetía así. Se lo decía con esas palabras una y otra vez. No cambiaré. Seguiré sin quererte. No puedo quererte ¿Cómo voy a quererte? Ya no te quiero, si es que alguna vez lo he hecho. Sabía que esto le iba a hacer daño, pero era la verdad, y la verdad nunca hace daño, es necesaria. Y punto. Esas eran sus palabras para hacérsela saber.
"Y puedes decirme tus razones Pero no cambiaré mis sentimientos Siento lo mismo por ti"
Él la quería y se lo repetía así. Se lo decía con esas palabras una y otra vez. No cambiaré. Seguiré queriéndote. Aunque tú no me quieras ¿Cómo no voy a quererte? Te quiero y te seguiré queriendo, siempre, de la misma manera. Sabía que a ella esto no le gustaría, pero tenía que decírselo. Era la verdad. Y la verdad hay que decirla. Es necesaria, es bella siempre y bonita, porque es necesaria. Esta era su forma de decírsela.
"Y puedes decirme tus razones Pero no cambiaré mis sentimientos Siento lo mismo por ti"
Tumbados los dos. Mirando a un lado, a otro, enfadados a veces, tristes a veces, hambrientos otras veces, se mantenían en su posición. En su negación. En su afirmación. En su estolidez. No cambiaré. Seguiré sintiendo lo mismo. Por ti.
"Tú puedes decir lo que quieras Pero no cambiaré mis ideas Siento lo mismo por ti"
Tumbado en el sillón él escuchaba la canción. La hacía suya. Eran sus palabras. Las que él pensaba, las que tenía en la cabeza, las que repetía una y otra vez. Daba la vuelta a la canción una y otra vez. A veces comenzaba otra e incluso pasaba entera, pero seguía repitiendo la misma, con su voz, con las palmas de sus manos golpeando y haciendo el ritmo.
"Tú puedes decir lo que quieras Pero no cambiaré mis ideas Siento lo mismo por ti"
Ella no le quería y se lo repetía así. Se lo decía con esas palabras una y otra vez. No cambiaré. Seguiré sin quererte. No puedo quererte ¿Cómo voy a quererte? Ya no te quiero, si es que alguna vez lo he hecho. Sabía que esto le iba a hacer daño, pero era la verdad, y la verdad nunca hace daño, es necesaria. Y punto. Esas eran sus palabras para hacérsela saber.
"Y puedes decirme tus razones Pero no cambiaré mis sentimientos Siento lo mismo por ti"
Él la quería y se lo repetía así. Se lo decía con esas palabras una y otra vez. No cambiaré. Seguiré queriéndote. Aunque tú no me quieras ¿Cómo no voy a quererte? Te quiero y te seguiré queriendo, siempre, de la misma manera. Sabía que a ella esto no le gustaría, pero tenía que decírselo. Era la verdad. Y la verdad hay que decirla. Es necesaria, es bella siempre y bonita, porque es necesaria. Esta era su forma de decírsela.
"Y puedes decirme tus razones Pero no cambiaré mis sentimientos Siento lo mismo por ti"
Tumbados los dos. Mirando a un lado, a otro, enfadados a veces, tristes a veces, hambrientos otras veces, se mantenían en su posición. En su negación. En su afirmación. En su estolidez. No cambiaré. Seguiré sintiendo lo mismo. Por ti.
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