Soy una romántica. A pesar de todo. De que todo viene en contra mía. De que alrededor todo parece pragmático, fehaciente, todo parece carnal y hecho y no fantasioso y posible.
¿Qué hay mejor que lo posible? Ni siquiera lo real es a veces mejor que lo posible. Lo posible, lo idealizado, lo pensado es tantas veces mejor que lo real, tan perfecto, tan realizado y acabado y disfrutado, tan bien hecho.
Tal vez por esa idea siga siendo una romántica. Porque mi cabeza traza historias de las personas que me voy cruzando, traza lo posible, lo perfecto, lo ideal. Conmigo.
Y luego choca con la realidad lo pensado, porque nada es nunca como lo pensado. A veces es mejor. Pero casi siempre es peor, más torpe, peor escrito, peor hecho.
Por eso soy una romántica. Y me gustan las despedidas en las estaciones. Y pienso en que lo ideal es posible y en que por qué no puede un día eso ocurrir. Y no pienso en lo que está pasando. O en lo otro. En lo que dicen mis sentidos que está pasando.
Prefiero pensar en las despedidas en las estaciones.
Soy una romántica.
¿Qué hay mejor que lo posible? Ni siquiera lo real es a veces mejor que lo posible. Lo posible, lo idealizado, lo pensado es tantas veces mejor que lo real, tan perfecto, tan realizado y acabado y disfrutado, tan bien hecho.
Tal vez por esa idea siga siendo una romántica. Porque mi cabeza traza historias de las personas que me voy cruzando, traza lo posible, lo perfecto, lo ideal. Conmigo.
Y luego choca con la realidad lo pensado, porque nada es nunca como lo pensado. A veces es mejor. Pero casi siempre es peor, más torpe, peor escrito, peor hecho.
Por eso soy una romántica. Y me gustan las despedidas en las estaciones. Y pienso en que lo ideal es posible y en que por qué no puede un día eso ocurrir. Y no pienso en lo que está pasando. O en lo otro. En lo que dicen mis sentidos que está pasando.
Prefiero pensar en las despedidas en las estaciones.
Soy una romántica.
Despedida en la estación
No hay comentarios:
Publicar un comentario