No debería uno contar nunca nada. No debería hablar, narrar, contar, buscar que le escuchen, dar datos, contar lo que otros han dicho o han podido decir o parece que han dicho. No debería nadie evitar el secreto, por más que haya gente a la que no se puede mantener ajeno a él.
No debería uno contar nunca nada. Porque nunca se sabe que sucederá con lo contado que hecho o dato o paradoja nueva aportará y muchas veces ni siquiera se sabe en que casilla introducir, en la realidad, en la posibilidad, en la ficción pura y dura.
No debería uno contar nunca nada, para seguir siendo un eslabón fuerte de la cadena y el eslabón por el que la cadena acaba rompiéndose y dejando de ser cadena. Y no debería contarlo aunque sea a otro eslabón aún más fuerte, más duro, al verdadero eslabón de la cadena.
Eso he pensando siempre, eso he creído y por eso me he mantenido durante tanto tiempo en un trabajo como este, en este trabajo. Por eso sigo vivo y no tengo más enemigos que los que mis actos han creados. Pero no mis palabras.
Eso debería haber pensado o creído también Jhonny, este amasijo de carne que hay ahora ante mí, este antes amigo que no supo callar y al que he tenido que callar, porque es mi trabajo, porque para eso me pagan, para que la gente calle, calle para siempre. Aunque las palabras vivan incluso después de su muerte, le sobrevivan. Pero él ya no podrá volver a contar nunca nada.
Por eso no debería uno contar nunca nada.
No debería uno contar nunca nada. Porque nunca se sabe que sucederá con lo contado que hecho o dato o paradoja nueva aportará y muchas veces ni siquiera se sabe en que casilla introducir, en la realidad, en la posibilidad, en la ficción pura y dura.
No debería uno contar nunca nada, para seguir siendo un eslabón fuerte de la cadena y el eslabón por el que la cadena acaba rompiéndose y dejando de ser cadena. Y no debería contarlo aunque sea a otro eslabón aún más fuerte, más duro, al verdadero eslabón de la cadena.
Eso he pensando siempre, eso he creído y por eso me he mantenido durante tanto tiempo en un trabajo como este, en este trabajo. Por eso sigo vivo y no tengo más enemigos que los que mis actos han creados. Pero no mis palabras.
Eso debería haber pensado o creído también Jhonny, este amasijo de carne que hay ahora ante mí, este antes amigo que no supo callar y al que he tenido que callar, porque es mi trabajo, porque para eso me pagan, para que la gente calle, calle para siempre. Aunque las palabras vivan incluso después de su muerte, le sobrevivan. Pero él ya no podrá volver a contar nunca nada.
Por eso no debería uno contar nunca nada.
2 comentarios:
Si, hay que tener cuidado con lo que se dice, que se puede uno ver metido en un lio y al final ser el peor parado...
O mejor, si se deben contar cosas pero cuando uno sabe que queda en el anonimato. pero si de tres, uno cuanta algo a otro, el tercero ya debe saber quien ha sido cuando lo cuente uno de los otros (¡Ahi va! Un poema!)
Don't worry!
¿Eim?
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