La terapeuta se ha puesto pesada y me ha preguntado con qué sueño. Yo, que soy un hombre sencillo, le he dicho que sueño con una casita y una vida tranquila y retirada, con mis patos y tal vez con ella. Nada más. Pero me ha dicho que soy gilipollas. Que se refería a mis sueños sueños.
Sigo siendo un hombre sencillo, así que le he dicho que tengo sueños sencillos. Que sueño con mujeres. Que sueño con cosas que nos pasan a los patos, a ella y a mí. Que sueño también con vaquillas. Y que parece ser que tengo que soñar con una mujer a la que le digo poéticas palabras. Pero eso yo no lo recuerdo, como no recuerdo la mayoría de mis sueños.
Eso sí, recuerdo que sueño con volar. Que vuelo y vuelo y vuelo, más como Peter Pan que como Superman. Que voy por ahí planeando por la ciudad, viendo los edificios desde arriba, que bajo y subo y que a veces llevo a una Wendy de la mano.
Otras veces sueño que soy Nils Holgersson, y que los patos y yo hacemos un largo viaje por el mundo y que ellos me enseñan el mundo y la vida y lo bonito que es la vida y el mundo y todas esas cosas de perroflautas. Y resulta que mientras vuelo montado en los patos también sueño. Sueño al volar. Sueño cosas fantásticas que no recuerdo. Y sueño que la terapeuta viene con nosotros. Y con mujeres que me aman y me toman. Y otros sueños absurdos.
Se ha puesto seria, me ha mirado y me ha dicho, si quieres te doy una hostia y vuelas. Pero no me lo he tomado en serio. Así que me ha dado la hostia. Pero ni he volado ni nada.
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