El otro día la terapeuta, los patos y yo nos fuimos de paseo al parque. No por ninguna razón especial, no teníamos nada que hacer allí, ni en ningún otro lado, así que decidimos ir allí.
A los patos les encantó. Vieron las palomas, las fuentes, comieron miguitas que les tiraban los viejos, los niños, las palomas, las señoritas en edad de merecer. Fueron las estrellas. La verdad es que son muy graciosos. Cuando andan todos en fila y uno se frena y el de atrás choca con él es muy divertido. Porque luego el de delante se enfada y se lía a picotazos con el otro. Todos los patos parecen tener muy mal humor. Si no fijaros en el pato Donald. O el pato Lucas. O Pato.
La terapeuta también se lo pasó bien. Viendo las fuentes y los bancos. Con un banco sobre todo se río un montón. Porque allí estaba su prima dándose el palo con un caballero muy atildado. Había en su pelo más gomina que en un bote nuevo. Ella miró para otro lado y se empezó a reír. Por lo visto él tiene una flota de no sé qué. Y por eso creo que tiene que echarse tanta gomina y vestir como vestía. Es decir, con ropa que tiene más espacio ocupado por el nombre de la marca que espacio sin nada. Así es la vida.
Así que en el parque lo pasamos bien. Porque no hay manera de ir a un parque y no reírse.
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