El hombre es esclavo del amor. O eso se
puede extrapolar de lo dicho en películas, obras literarias,
canciones. El hombre no es más que un juguete en manos del amor, no
controla lo que puede suceder, lo que hace. El hombre está preso en
el amor y no puede huir de él, porque el amor no se elige.
Luis Cernuda escribe en un poema el
drama de que un hombre no pueda expresar lo que ama, no pueda decir
lo que ama con la fuerza con la que lo ama. Hay, por lo tanto, amores
prohibidos, amores que no se pueden decir. Y de eso se queja Cernuda.
Reclama la libertad de hablar de su amor. Una libertad que todos
anhelamos.
Pero después Cernuda añade que no
entiende otra libertad que la de verse preso en alguien, de depender
de alguien al fin y al cabo. Es decir, libertad para hablar, porque
no existe la libertad de amar a quien quiera.
Por lo tanto el amor no es libre, el
amor no se elige, el amor viene impuesto por la naturaleza, por el
destino o por cualquier otra fuerza ante la que no se puede luchar.
La primera parte del poema contiene
toda la fuerza de alguien que quiere desasirse de las convenciones
impuestas, desvincularse de la moral y la tradición y sobre todo
desvincularse del supuesto pecado que conlleva amar. Cernuda,
homosexual en una época en la que homosexualidad era perseguida,
reclama libertad para proclamar su amor. Pero define el amor como
pérdida de libertad.
Una cárcel de amor, como la de Diego
de San Pedro. Un amor que hace perder la cabeza, como la de Calisto
(aunque recordemos que La Celestina es una parodia). Un amor que no
se elige sino que elige él solo, que llega sin que pueda ser
evitado, en la más pura tradición del amor clásico, del amor
grecorromano en el que Cupido toma una flecha y la lanza al antojo. Y
puede caerle la flecha a cualquiera.
Una nueva visión del amor como
sufrimiento, del amor miserable que hace mal a quien lo siente. Un
amor terrible y cruento, que hará perder los rasgos personales de
quien los sienta. El sufrimiento tiene siempre buena prensa, es
bueno sufrir. Eso es lo que se destila de la tradición artística. Y
eso es lo que termina por convertirse en una realidad, en una
necesidad para la humanidad. Sin que sea necesariamente cierto.
(Un río, un amor. Los placeres
prohibidos, de Luis Cernuda, en edición de Cátedra
La Celestina, Fernando de Rojas, hay
múltiples ediciones, casi todas ellas buenas
Cárcel de amor, Diego de San Pedro,
Clásico Castalia
Elegías, Propercio, Gran edición en
Cátedra)
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