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sábado, febrero 28, 2009

LAS VIDAS DE RUBÉN BRAVO, seis

De todas las vidas de Rubén Bravo la más clara era muchas veces la futura. Veía el porvenir, lo próximo como algo claro, evidente, cierto y no sólo posible si no seguro de todo punto.
Pensaba en lo que iba a ocurrir en los próximos meses en cómo sería la evolución de lo que ahora se desarrollaba. Veía las desconexiones entre las gentes, como unos abandonaban la amistad de los otros y se perdían.
Veía también cómo iba a llegar nuevas personas y cómo esas personas ocuparían los corazones, cómo se quedarían allí. Escribía, a su mudo, la novela de su propia vida, día a día, paso a paso.
No lo contaba nunca a nadie, o a casi nadie, pero tenía una idea diáfana de lo que sucedería, de que volvería todo a un cauce de normalidad que ahora se había perdido.
Y volverían los felices a ser felices. Y volverían los divertidos a divertirse. Y volvería el pasado a reconstruirse (no a repetirse, pero sí a rehacerse, porque tenía el pasado un prestigio innegable de felicidad no tan cierta pero sí aparente).
Ese pasado, o ese futuro estaba muy claro. Todos se recolocarían. Volverían a una vida normal y ya vivida. A una vida bonita e intensa, a una vida tal y como la deseaban.
Él volvería, una vez más, a estar solo.
Era su vida más cierta, por más que muchas veces quisiera equivocarse y que fuera todo lo incierta que pudiese ser.

Futuro, río que nos lleva

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