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viernes, febrero 27, 2009

LAS VIDAS DE RUBÉN BRAVO, cinco

De todas las vidas de Rubén Bravo la más compacta cabía en 2029 metros. Era la distancia que recorría cada día, el paseo diario que daba para olvidar, recordar, pensar, no pensar, para andar simplemente.
En ese paseo hacía a veces descubrimientos sorprendentes. Se descubría pensando en mujeres que no le habían dicho nada hasta el momento. Pero que una vez pensadas eran fabulosas y amables y deseables.
O se sorprendía escribiendo las partes más interesantes de una novela que realmente nunca habría de escribir, sólo imaginar y seguir en su mente.
Se sorprendía, casi siempre, hablando con alguien, mentalmente. Casi siempre con una persona. A veces con otra u otras. También daba charlas, clases maestras, discursos, etc.
Se sorprendía también del paisaje, del cambio de la luz y las nubes, de la forma de soplar del viento, del girar extraño de las hojas en un remolino, de la forma salvaje en que la primavera reventaba en aquel sitio.
Se sorprendía sobre todo de la gente. De la que se cruzaba por la calle y le hablaba sin más, de la que sólo le saludaba, de la que pasaba y él le imaginaba vidas, sueños, parejas, adicciones.
Y se sorprendía sobre todo de sorprenderse, de seguir teniendo la capacidad de ver cosas nuevas en el mundo, de que nada le resultara repetido y finito. Ni siquiera sus ojos.
Era su vida más compacta, cabía en 2029 metros, en 2980 pasos, en apenas una hora. Era su vida más sola, más propia.

Caminante

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