Duane tenía su lado malo. Que además era feo y asqueroso, como debe ser todo lo malo. Y tuvo la suerte de que se lo pudieron amputar, de que se lo retiraron. Pero la fuerza del mal, su llamada, podía más. Y el mal, Belial, lo llamaba y hablaba con él.
Es decir, que al puro y bello y bueno Duane, su lado malo le acompañaba ya no dentro de él como a todos, sino a su lado. Y su maldad se materializaba ante sus ojos. Y él podía sentirla. Sólo que este lado malo, como había sido amputado, tenía una independencia que el lado malo del resto de los humanos no tiene. Y un poder sobre el bien que el resto, bien por conveniencias sociales, bien por convicciones, no sentimos.
Así que este mal salía y se portaba mal. Muy mal. Y destruía todo. Lo bello y bueno que Duane cultivaba y lo cutre y asqueroso que circulaba alrededor. Y el mal y el bien, como son necesarios el uno para el otro, para conseguir el equilibrio, vivían juntos, amaban juntos y murieron juntos. Porque ese ying y yang que a todos nos marca, esa dicotomía eterna, son necesarios dentro de todos. Incluso de Duane y Belial, que el uno sin el otro no fueron nada.
Esta es la conclusión que podemos extrapolar de Basket Case, la historia que ayer pudimos ver en el cierre del pequeño Ciclo de Cine de Terror, que gracias al Centro Joven y al Ayuntamiento de Illescas, hemos disfrutado estas dos semanas.
Hay muchas más conclusiones. Estéticas, de historia del cine, narrativas y demás. Pero eso lo dejaremos para otros o para otro momento.
Los que vinieron lo pasaron bien. Hubo premios para muchos. Risas de todos. Y un buen rato disfrutando y resguardados de la lluvia. Y se llevan nuestro eterno cariño y devoción. Gracias a todos. Porque lo habéis hecho posible.
1 comentario:
Me quedo con el zurullo humano echando un casquete a la rubia. O frotándose al menos
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