AMOR BELLO

Los amantes se besaban con pasión, con ganas, con furor, mientras el mundo alrededor había desaparecido. Y no es que el mundo fuera invisible o inaudible. Estaban en un bar, rodeados de gente. Pero la gente no existía, sólo ellos y sus bocas que se buscaban y se encontraban y querían más y lo tenían y no aguantaban separadas más que para dar bocanadas desesperadas de aire, como peces fuera del agua.
Y era una imagen bella para aquellos que la miraban. Una imagen de amor. De que finalmente el amor existe y está ahí, en cualquier lado, incluso en aquel bar con un poco pinta de antro y un poco pinta de ilegal.
Y esa imagen del amor era bella, porque el amor siempre es o parece bello por más que quienes lo interpreten no lo sean, o sean estúpidos o absurdos.
Y es que los amantes, pese a su amor tan bello, eran feos, feos los dos. Feos ambos. Con una mezcla de fealdad y fealdad habían construido algo hermoso. Porque entre los feos dicen que el amor es más verdadero y más fiel y más evidente y más necesario, porque nadie más que ellos van a quererse.
Y así el amor de aquellos dos seres, aquellos pobre desgraciados de la belleza era y sería por siempre hermoso mientras existiera. Porque el amor siempre es hermoso. Sean quiénes sean sus intérpretes.

Beso, amor, siempre hermosos.