Miraba a aquella mujer cada vez que se cruzaba con ella. No la miraba con esperanza. Ni con deseo. Eso pocas veces lo hacía con ninguna mujer. Simplemente le gustaba mirarla. Su pelo rubio. Su coleta. Sus ojos azules. Sus manos tan pequeñas que daban un poco de miedo, porque parecían manos de muñeca.
La miraba con delectación, con un placer exento casi siempre de sexualidad o amor, simplemente la miraba como se puede mirar un cuadro de Vermeer, una calle de noche, un campo de fútbol vacío en un día luminoso. Todo el placer de mirarla estaba en mirarla.
A pesar de eso siempre le decían “Estás colado por ella” “Estás enamorado de ella”. Y no lo negaba. No porque estuviera enamorado de ella, o por lo que importase que pensaran aquello. Simplemente no lo negaba porque así la próxima vez volverían a repetirle aquella misma frase.
“Estás enamorado de ella”Y él pensaba que era bonito que le dijeran que estaba enamorado de ella, porque cuando se lo decían, ese rato más o menos largo según el día, estaba realmente enamorado de ella.
2 comentarios:
Dicen que es bello enamorarse de un instante....pues me quedo en este instante. Un beso.
¡Qué casualidad!, mira por donde me encuentro por aquí con Vermeer acabo de leer hace unos días "la joven de la perla", me gustó bastante, por cierto.
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