En torno a aquel hombre había construidos una serie de hombres menores, hombres más pequeños que él, hombres que eran como copias de aquel hombre, copias inferiores como siempre o casi siempre es una copia a un original.
En torno a aquel hombre se apelotonaban más como fans que como compañeros o amigos un montón de hombres que pendientes de él, de lo que era y sobre todo de lo que significaba él, copiaban todas sus cosas.
Pero eran copias, falsificaciones y como tal eran errores, eran malas copias del bello espécimen original. Pero copias al fin y al cabo, y al reflejo de su vida vivían y se mantenían, y del reflejo de su gloria sacaban sus pequeños triunfos, triunfos un poco torpes y tal vez tristes, mas triunfos al fin y al cabo.
Y estas copias adoraban al original como se adora a un santo, como se adora a un dios, un dios pequeño e ínfimo, un dios terrenal, mas un dios que a ojos de los adoradores tendía, como todos los dioses, a la perfección.
Lo que no sabían los adoradores era que su pequeño dios, que su bello espécimen estaban también y como todos tarado. Que como todos aquel al que tanto querían traía de fábrica o había adquirido con el tiempo errores que ellos copiarían y reproducirían por los tiempos de los tiempos.
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