“Duermo con unos pantalones que se dejó en mi casa. No son bonitos. Y me están muy grandes. Pero creo que conservan su olor. Al menos a mí me lo parece. Así parece que sigo durmiendo con él. A veces me los quito como con asco y los arrojó al otro lado de la habitación. Me quedo un rato mirándolos, odiándolos como lo odio a él. Pero luego voy corriendo y los beso. Como haría con él.
Voy a los mismos sitos que iba con él. Así le recuerdo. Y recuerdo los momentos bonitos que vivimos. Los besos. Los paseos de la mano. Las puestas de sol. Fue todo tan bonito. Aún conservo el mensaje que me mandó para decirme lo que guapa que estaba aquella tarde. El sexo aquel día fue bestial.
No sé si le persigo. Simplemente voy a sitios y coincide que él está allí. Y como no me gusta ir sola a ningún sitio, ni siquiera al baño, voy con alguien, si es un chico guapo mejor que mejor. Él va con chicas muy guapas, no más que yo, eso es difícil. Sé que lo hace para hacer daño. Así que yo no voy a ser menos.
¡A veces quiero que se muera! Que sufra y que todo lo que hace le salga mal. Que vuelva a mí rogando. Y entonces yo le trataré mal, como él a mí y le mandaré a la mierda. Pero creo que si vuelve, que va a volver, no le diré eso, le querré como siempre.
El otro día oí su nombre. Unas niñas lo gritaban en la calle y creí que era él. Pero no era él. Siempre me pasa. Cuando oigo su nombre presto más atención a las cosas. Lo suyo me interesa más que nada. Más que lo mío. Por eso debe ser que me cuesta tanto dormir, y concentrarme y conducir y todo. No puedo hacer nada. Cuando duermo rezo para que vuelva o para que se muera, según el día. Espero que no le pase nada, luego tendría remordimientos.
El otro día le vi y discutimos. No quiso devolverme unas cosas mías que tiene. Pensé en hacerle daño de verdad y contar cosas que yo sólo sé. Pero no lo haré no puedo hacerle eso. Le quiero. Le quiero. Le quiero. Nunca querré a nadie como le quiero a él. Nunca. Nunca. No habrá otro. Los demás ni se le acercarán a la suela del zapato. Cuando muera mi última palabra será su nombre.”
El psicólogo anotó en su cuaderno: “Obsesión amorosa. Tratamiento recomendado: un par de hostias. Tratamiento prescrito: distraerse, viajar, no pensar, terapia ocupacional, terapia psicológica, tal vez un ligero ansiolítico”.
1 comentario:
Todas las obsesiones son malas, y en el amor también. impiden la felicidad. lo impiden todo
Publicar un comentario