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jueves, julio 31, 2008

SUFRIMIENTO


No sabemos por qué, pero lo cierto es que nos encanta hacernos sufrir, nos gusta esa sensación angustiosa, ese dolor, ese sufrimiento extremo que pese a que debería ser lo contrario está tan cerca del placer que seguramente sea eso lo que de él nos atraiga.
De ahí que cuando tenemos una costra no dejemos de tocárnosla para notar el dolorcillo ese, y después, cuando ya la costra ha realizado su función nos gusta arrancarla con ese poquito de dolor que tanto gusta pese a la cara que ponemos. Llevamos dentro un masoquista.
Seguramente de ahí nos venga ese amor por el riesgo, por la posibilidad última e íntima de ser derrotados, de acabar con nuestra vida hecha un asco o simplemente acabada y por eso nos gusta lanzarnos desde un puente o cosas peores.
Y que vamos a decir del gusto malsano que tienen algunos sufriendo innecesariamente por algo que debería ser simplemente un generador de placer. Me refiero al gusto que tiene la victoria sufriendo. En el fútbol o en cualquier otro deporte. Tanto es así que sufrimos sólo de verlo, de contemplarlo como un mero espectador.
Por supuesto en la vida diaria, en nuestra vida cotidiana y normal. Ese placer por enredarnos en relaciones complejas que no nos llevan a ningún lado, más que al lado oscuro de nosotros mismos, y parece que disfrutamos con ese dolor elevado a la enésima potencia (casi ningún sufrimiento es comparable al del amor). Y no existe consuelo posible para los que aman y sufren por ello. “Nada importa” les decimos, pero es igual.
De hecho el amor sufrido, el amor basado en el rechazo y en la hostilidad del otro es el amor genuinamente inventado por lo poetas provenzales allí por el siglo XI. De ahí pasa a Italia y llega a España convertido en el divertido (para un espectador neutral del siglo XXI) en el amor cortés. Garcilaso, Diego de San Pedro y demás.
La muerte por amor, la muerte por el sufrimiento era la más gloriosa de esas muertes y Macías es el héroe típico de estos sufridores, de estos amantes “ejemplares”, que parecen preferir el sufrimiento al placer de sentirse amados.
Pero, ¿por qué lo hacemos? ¿por qué nos atrae el sufrimiento? No lo sé. Muchas lo he preguntado, y me lo he preguntado, pero no consigo ninguna respuesta. Sólo pienso en el placer que tantas veces se esconde en ese sufrimiento.


Ilustración para El doncel de Enrique el doliente, historia de Macías narrada por Mariano José de Larra.

1 comentario:

Unknown dijo...

A veces un segundo de placer parece mucho más placentero si viene precedido de meses de dolor.

El amor es placer recubierto de dolor, de sufrimiento