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miércoles, marzo 31, 2010

MIENTRAS TANTO EN EL YERMO

Mientras tanto en el yermo nos divertimos con nuestras cosas. Son un poco tontas. Pero son nuestras cosas. Así que les tenemos cariño. Somos un poco brutos. Lo reconocemos. No tiramos cabras del campanario, pero sólo porque un año nos subimos tantos al campanario que el campanario se derrumbó.

Desde entonces tuvimos que buscar otra tradición que cumplir. Esa es la de buscar a uno de por aquí y vestirle de sota de bastos. ¿Qué se logra con esto? ¿Qué fin tiene? El primero es que nos reímos un montón. Y el segundo es que el que se viste así puede darle con la porra en la cabeza a quien quiera. El primero en cobrar es siempre el alcalde. Y luego va el cura. Aunque alguno no se atreve a pegarle. Pero siempre hay un gracioso que le pega de todas formas.

La sota puede pegar a quien quiera. Menos a las mujeres. Las mujeres pueden pegar a la sota todo lo que quieran. Así que muchos se visten de mujer para atizarle a la sota.

Es una diversión muy sana. El médico sólo atiende a diez o doce personas en todo el día. Que comparado con la tomatina u otras barbaridades no está mal.

No sé yo por qué dice la otra que esto es un yermo cultural. Lo de la sota van a declararlo bien de interés turístico.


Sota de bastos

martes, marzo 30, 2010

EL YERMO

La gafapasta y Felipe se han ido de vacaciones. Querían un lugar que no fuera un yermo. No un yermo físico. Un yermo cultural. Se ve que el lugar donde vivimos lo es. No lo habíamos notado porque somos unos incultos asquerosos. Pero resulta que es un yermo cultural. Yo digo, si hay cerveza, qué más importa.

Se han ido, decía, a un lugar donde la cultura impera por encima de todas las cosas. Temo por el ánimo y la salud de Felipe. Un hombre que se cansa de leer los folletos de publicidad del carrefour. La bonita ciudad que están visitando cuenta con decenas de salas de arte y exposiciones. Con decenas de teatros. Con cientos de salas de conciertos. Y con muchos gafapastas. Como no.

Mientras tanto, aquí, en el yermo, he cogido mi guitarra y me he ido al bar. Me he ido temprano porque el dueño del bar quería oírme alguna cosa nueva que estoy haciendo y es amiguete y me invita a desayunar. La cosa le ha gustado y hasta hemos cantado alguna cosilla a dúo. Él barría y yo tocaba. Luego ha venido una mujer extraña que ha hablado extrañamente con él. Creo que tienen algo entre manos. He pensado en la mujer de mi amigo. Al despedirse él le ha tocado las, los, bueno ya saben. Dice que ha sido un accidente. Creo que de esta historia saldrá un blues.


Los yermos están llenos de bares

lunes, marzo 29, 2010

SUPER

Como Felipe sigue su aventura gafapasta yo me he ido a dar una vuelta por ahí para distraerme y no tenerles todo el día al lado y oírles todo el rato. Se ponen muy pesados con sus conversaciones filosóficas y sus tonterías variadas. ¡Qué rollo!

Sin comerlo ni beberlo me ha pillado la lluvia así que he decidido refugiarme en un supermercado que había por ahí. Un supermercado es un buen lugar para refugiarse porque nadie te va a preguntar nada y porque puedes comprar todo lo que quieras, necesites o apetezcas. También puedes robar. Pero eso me parece feo.

Parecía que la lluvia iba a durar un buen rato así que me lo he tomado con clama e ido viendo cada pasillo de manera detenida. Los patés. Las salsas. Los helados. Todo despacito. Lentamente.

En esto he reparado que no estaba solo. Sucede en ocasiones que vas por ahí y de repente te chocas con alguien y dices, leñe, que no estaba yo solo aquí. No ha sido así en este caso. De repente me he visto contemplando a una muchacha vestida con el uniforme del supermercado. Contemplando una parte de esa muchacha. ¡Y qué parte!

He ido siguiéndola un rato, pero para que no se asustara he parado. Y ha pasado otra dependienta. Y , tal vez tenía yo el día tonto, también me ha gustado. Y dos clientas. Total, que he pasado una tarde la mar de entretenida y que les he hecho un blues. También les he prometido volver cuando he pagado la caja de cereales. Pero no he visto ilusión en la cara tras mi promesa.


Mejor que una pasarela

domingo, marzo 28, 2010

10

Una mujer por televisión transmite una sensualidad fascinante. El brillo de sus labios o la marca perfecta de su lunar. Pero en la calle, paseando, las mujeres son tan reales que sus senos o sus dedos dan casi hasta miedo. A veces me empeño en seguirlas, en buscar el brillo grasiento de su piel o el pliegue obstinado de su axila. A veces me empeño en volverlas sexo. Objetos. Partes del cuerpo, sólo partes concentradas y únicas: tetas, pelos, culos, mera imaginería sexual extraída de vaya saber dónde y que me produce en dosis altas el efecto contrario, el reflejo doloroso. Y camino para no sentir el reflejo ni el deseo, para olvidar. Por lugares vacíos. Camino solo, con mis propios pasos. Y a veces recupero el hilo del pensamiento. Y no ha pasado nada.


sábado, marzo 27, 2010

9

Está claro que esta obsesión se alimenta de mí y de mis errores. Yo la voy haciendo grande, la alimento y la veo crecer. Porque soy yo el que la llama cuando me deja y el que la acaricia y da golosinas para que crezca y no se aburra. Una vez más todo es culpa mía. Todo es un problema de entendimiento. De conocimiento. De no haber entendido las cosas. Tal vez de pararse y pensar y dejar de caminar un rato. Pararse. Mirando el camino o el paisaje que muestra el camino. Mirar y pensar en el edificio que tenemos enfrente y en la ropa que cuelga de su fachada, al sol, para secarse. O en el curso que llevan, delante de mí, esas mujeres por la calle. Pararse a pensar. Dejar de caminar. Y evitar errores. Equivocaciones. Pero no es sencillo. A veces incluso se equivoca el camino. El de todos los días. Tú también has puesto de tu parte, pero una vez más todo es culpa mía.


viernes, marzo 26, 2010

DORMIR

Dormir es un gran placer. Hablan de comer. Hablan de fumar. Hablan del sexo. Pero nada como dormir. Tener sueño y tumbarse. Da igual si es una cama blanda o no. Tener sueño y dormir. Mucho rato. Hasta que ya no se tenga ganas de dormir más. Y despertarse y quedarse luego un rato tumbado esperando que sea una buena hora para levantarse. O para seguir en la cama.

Y hoy, que no he podido dormir, me parece mucho mejor lo de dormir. Toda la noche. O todo el día. Y no despertarme pensando en lo de anoche. En todo lo de anoche. Y en ti. Y en lo que voy a hacer luego. Y lo que voy a hacer contigo. Y en todas esas cosas.

Así que hoy, aún no, pero sí, hoy, voy a estar de mal humor. Porque no voy a dormir más. Y yo quiero dormir, me gusta dormir. Incluso dormir sin ti. Dormir pensando en ti. Soñando contigo. Soñando que hablo contigo. Y que no me insultas. Ni te insulto.

Dormir, dormir. Y no soñar. Sólo dormir. Eso sí, nunca en el sofá cama.


Aquí duermes tú, tío

jueves, marzo 25, 2010

CADA PEQUEÑA COSA

Enteramente cierto era eso. Cada pequeña cosa que hacía era magia. Luego ya no. Entiendanme. Luego cada pequeña cosa que hacía era una gilipollez y daban ganas de irse de allí o de insultarla. Pero estas cosas no se pueden decir porque estamos en un país donde la igualdad es lo primero. Así que no daban ganas de insultarla. Sólo de dejar de estar a su lado. Ya ven dónde nos lleva la maldita corrección política. Ni que yo fuera a promover el maltrato. Hay veces que me dan ganas de insultar a Felipe y no por eso él me denuncia por machista. Hay veces que tienes ganas de insultar sin más. A un hombre. A una mujer. A un puñetero perro. Pero no lo digamos que los defensores de la naturaleza a veces son peores que los defensores de la igualdad y la corrección política de las narices.
El caso es que cada pequeña cosa que hacía era magia. Luego ya no. Tarareaba las canciones. Y era magia. Y yo entendía a Felipe. Lo que no entendía era a aquella mujer. Porque estaba loca. O porque yo estoy loco. O demasiado poco loco. No lo sé bien. Pero llegó el momento que la magia se acabó y sólo había ganas de insultar. Ya lo he dicho.
¿Por qué? Porque era una gafapasta sin remedio. Y cada sitio al que íbamos a comer era peor que el anterior, que no tenía la suficiente intensidad sápida en sus platos. ¿Qué significa eso? Yo lo sé, pero me la pela así que no voy a decirlo.
Tampoco los bares le gustaban. Le parecían asquerosos. Sucios. Claro, leche, es un bar. Así que le gustaba bailar, pero no podía bailar porque en los bares aquellos no podía entrar. Y le gustaba bailar su música. ¿Qué música? Una que era muy difícil de bailar. Pero ella lo hacía. Sólo ella. Con un ritmo lentísimo y un poco asqueroso de zombie. Al principio eso era como magia. Pero luego ya no. Y el caso es que a mí no me gusta. No me gusta.

¿Cómo leche bailamos esto?

miércoles, marzo 24, 2010

TARAREANDO

Felipe sigue encariñado (el que espere la palabra en cuestión ya se puede olvidar de que la diga, por más que la piense) con su mujer gafapasta. La chica, a pesar de sus gafas, o tal vez gracias a ellas, es mona, así que no me extraña que Felipe esté encariñado con ella.

Ayer estuvieron en una exposición. No, allí no había cuadros. Ni esculturas. Había instalaciones. Felipe volvió muy impresionado. No entendió nada, según yo pude entender de sus palabras posteriores, pero estaba impresionado. Por lo visto habían visto una exposición sobre el ojo vacuno. El ojo de las vacas que mira atentamente el tren. Eso sí, estaba hecho con ojos humanos, nadie vaya a hacer daño a un animal.

La gafapasta se pasa el día tarareando un disco. Porque es una gafapasta. Las chicas normales tararean una canción. Esta puede con todo un disco. Y a mí se me va quedando. Trato de olvidarlo con un par de estrofas de Rocío Jurado, pero no hay manera.

Así que aquí estoy yo pensando que el día en que te conocí te dije que sí que sí que tú te venías conmigo y sin saber cómo quitarme eso de la cabeza. ¿Alguien tiene alguna idea de cómo se borran las canciones de la cabeza?

Esta noche tocamos y no me sé mis canciones. Sólo las gafapasta. ¡Cómo los odio!

Gafas de pasta para todos

martes, marzo 23, 2010

NOTICIAS

Felipe se ha encariñado (sí, en realidad es la otra palabra, pero me da no sé qué escribirla) de una señorita mona y estupenda que lleva gafas. Es decir, que es intelectual. Escucha canciones gafapastas (nada de blues, el blues le parece de mal gusto con su ritmo un poco cortado y su malestar general y sus letras simples y directas) pretenciosas e intelectuales, superiores al fin y al cabo, que hablan de lo mismo que las mías pero con muchas esdrújulas.

El caso es que Felipe por complacerla no hace más que leer periódicos y ver telediarios a ver si se entera de algo y consigue tener con ella grandes conversaciones intelectuales que consigan que ella al final haga lo que él quiere (aquí va el nombre de una acción que por timidez tampoco diré).

Yo, que veo con los telediarios, me he dado cuenta de que realmente no dan noticias. Que si una persona ha muerto no sé dónde (eso no es noticiable, todo el mundo se muere, constantemente, esperen en la puerta de un cementerio, a ver cuánto tarda alguien en entrar, muerto, claro), que si va a llover, que si no llueve, que si Cristiano Ronaldo... Total nada.

Aunque lo que realmente me parece es que los telediarios le hacen la competencia a los programas de humor. Dos ejemplos: En Murcia un hombre va a matar a su mujer, elige un cuchillo, el hombre la corta, pero al ver la sangre se marea y se desmaya, por lo que no puede matarla. Es la mujer la que llama a urgencias para que atiendan a su marido. ¿Esto es un gag? No, es la vida misma cargándose a todos los humoristas (es una pena que con este tema no puedan ahora mismo hacerse bromas, veremos si Bibiana no me censura, aunque Bibiana puede hacerme lo que quiera, yo me dejo). Y luego está ese hombre al que deja su novia. Por eso se tira por la ventana. Pero las cuerdas de tender paran su caída. Al llegar abajo el hombre está como nuevo. Ni un brazo roto. Le atiende la ambulancia y le deja allí. ¿Qué sucede luego? Pues que el hombre vuelve a subir y amenaza con volver a tirarse. ¿Le dejan?Deberían pero no. Va un policía y se está diez horas convenciéndole de que no se tire. ¡Coño, no haberle dejado solo después de la primera vez! ¿No sabes que el hombre es el animal que tropieza dos veces en la misma piedra? Total que el tío no se tira, pero mira que da el coñazo. Puro humor. Van a dejar en paro a los humoristas. Pero lo que yo digo. Normal que te deje tu novia, tío, si no sabes ni tirarte por una ventana, que de dos veces que lo intentas no te matas ninguna. Hay que ser torpe, leche.

Y así pasamos las tardes con estas cosas. Y luego Felipe se las cuenta todo serio a su gafaspástica novia. Y ella, no se ríe.


Leche, que me mareo

lunes, marzo 22, 2010

PERDIENDO

El bar era más o menos el de siempre. Pequeño, más o menos sucio, como todos después de mucho rato, vacío en ese momento que era lo necesario para lo que hacíamos. ¿Qué hacíamos? Jugar. Se puede jugar a muchas cosas en el bar. De hecho se puede jugar a casi todo. Hasta al poker. Pero no era el caso.

Nosotros éramos gente más modesta. Así que solamente jugábamos a lo que estaba disponible. Los dardos. Es un juego raro. Porque yo por más que miro a un sitio, apunto a ese sitio, siempre doy en otro. Tengo suerte y muchas veces doy en otro sitio que también vale. Pero no doy al que apunto. En fin.

Como yo estoy acostumbrado a mí perder no me importa. Saben ustedes que soy un poco escéptico y tal. Que todo acaba dándome más o menos lo mismo. Además soy un poco de un equipo que siempre pierde. O que pierde demasiado. Total que a mí perder ni fu ni fa.

Normalmente. Hay días, sin embargo, que se quiere ganar. Y ese era el día. Aquella mujer. Bueno aquella mujer era de las del otro lado. De las que no quiere perder nunca. Pero encima perdía siempre. ¿Cómico? Efectivamente. Así que concentré todo mi esfuerzo en ganarla. Hice un veinte, otro, otro, un centro, quinces, diecinueves, dieciochos, bueno, todo lo necesario. La partida de mi vida. Pero ella, ella, leche, que me ganó. Que se hizo un montón de puntos.

Claro que jugábamos en parejas y Felipe la dio una buena paliza. A ella y a mí. Y a su compañero. Así que ganamos. Y por una vez, me sentí bien. Era un ganador. Así que me pagué un par de rondas. Me dejé un pastón. Pero un día es un día. Y la cara de la derrotada (que no es eso que me pasa, que lo peor no es perder sino la cara de tonto que se te queda) era todo un poema de rabia y dolor. Pero no se crean. No me alegré del mal ajeno. Bueno, un poco sí.


Diana, no cazadora, de las buenas

domingo, marzo 21, 2010

8

Caminar sin referencias es un poco caminar por un desierto. Sin saber dónde mirar, qué punto tomar para girar, para volver, para orientarse. Es caminar perdido sin saber cómo se va a volver, cómo de lejos hemos llegado y dónde estamos. ¿No hemos pasado ya por aquí? Sin referencias todo es igual. Ese edificio es igual a otro edificio que pasamos antes, a otro que pasaremos después. No tenemos medida ni orientación. Es un desierto, inmenso, igual. Por eso a veces es divertido caminar sin referencias. Porque es caminar por un desierto. Por lo desconocido. Tiene algo de aventura. De no saber a dónde dará la próxima esquina. ¿Qué encontraremos? ¿Y a quién? A veces ha aparecido una tienda minúscula donde encontrar cajitas de plata de las que le gustan tanto a la madre. O una vieja tienda de libros. Da igual qué libros tenga. Siempre se acaba con al menos uno en el bolsillo. Otras veces aparece el camino, la referencia y el tránsito se vuelve ya normal. Caminar sin referencias tiene esa diversión del peligro y la aventura. Y del preguntarse, ¿y si la encuentro?

También pensar es caminar sin referencias. Enredarse en un camino por el desierto, por lo desconocido, ¿dónde nos lleva el pensamiento? ¿a quién? ¿por qué no podemos volver?


sábado, marzo 20, 2010

7

El caminante tiene referencias. Sabe dónde están las cosas. Qué cosas tiene que haber en ese lugar, en ese momento. Sabe que normalmente a la misma hora el mismo obrero dejará su trabajo para ir al bar. Sabe que el autobús pasará siempre a esa hora y deberá cruzar entre los que le esperan. Sabe a qué hora no se puede transitar por una calle porque los niños salen de la escuela y las madres van a buscarlos en el coche y todos los coches se juntan y al paseante se le hace pesado caminar por las aceras invadidas de coches o por las calzadas con amenazantes autobuses. Sabe también por dónde está pasando. Qué pasó ahí. Sabe que allí vive alguien que visitó y alarga el cuello buscando la ventana para ver si hoy está allí y si podría llamar al timbre. Y se traslada a la casa por un momento, la pequeña casa con sus muchos muebles pese al espacio, con todas las cosas juntas. Y ve a la persona en la casa. Sentada en el sillón correspondiente. Descalza. También conoce otras casas el paseante. Por eso evita pasar por las calles cercanas. Nunca sabe con quién puede encontrarse uno. Pero le parece más probable que ella aparezca si se pasea por la puerta de esa casa. Y se imagina la escena y la conversación, sólo paseaba. Y ella no lo creería. No que sólo paseaba por allí. Por eso el paseante evita las calles cercanas a la casa. Y al hacerlo levanta la vista y ve el edificio que evita y recuerda quién habita en él y recuerda todo sobre ella, sus manos, sus labios, sus palabras. Y por un momento se deja llevar por la fantasía y habla con ella, otra vez, una vez más, y se cuentan las cosas otra vez, y él sigue sincero y ella sigue como era. Y los pasos llevarían al paseante a la calle, a la casa, al botón del portal, pero no lo hace, porque despierta un momento y encauza sus pasos al lugar adecuado.


viernes, marzo 19, 2010

MIERDAS LAS JUSTAS

Parece mentira la de cosas que podemos llegar a acumular. Cosas inútiles que vamos atesorando con el paso de los años y que ocupan un espacio precioso. ¿Por qué no las tiramos? La verdad es que deberíamos hacerlo, deberíamos juntarlo todo y tirarlo.

Yo me he apuntado a la campaña mierdas las justas (ninguna) y en eso estoy, tirando todo lo que puedo. He abierto mi armario y he tirado toda mi ropa de cuando estaba más gordo. Ya no me la puedo poner a no ser que quiera hacerme pasar por rapero o que me ponga cuatro capas de algo. Así que toda fuera. Por otro lado está toda esa ropa que en la tienda nos parece preciosa y que nos combina con todo y que nos pondremos a todas horas pero que luego resulta ser horrible. Yo tenía camisas que nunca había estrenado. Así que ha ido todo al ropero de los pobres. Un día en un bar me encontré a un hombre vestido con mi camisa. Le rodeaban varias mujeres. Ya vi que no era cosa de la camisa.

Por otro lado están todos esos documentos que vamos guardando. Un recibo de un parking del año 89, un vale de regalo de Galerías Preciados y cosas así que no valen para nada. Todo lo he tirado. También he juntado varias fotos. Pero no me he atrevido. Me ha parecido que es tirar personas. Y si fueran personas desconocidas lo hubiera hecho. Pero eran ex amigos míos. Así que me los he guardado para otro día.

Luego he pasado a los cajones. Hay cajones en todas las casas que parecen infinitos. Que tienen de todo. Lo que no se sabe dónde va, dónde hay que guardarlo lo acabamos metiendo ahí. Y así muchos de estos cajones no pueden abrirse. ¿Qué hay dentro? Montones de mierdas que se pueden tirar. Pilas gastadas. Bolis que no pintan. Celos gastados. Auriculares que ya no funcionan. El mando de la tele que se rompió y tiramos. La libreta de direcciones de hace 23 años. Una foto de alguien que ya no sabemos quién es. Relojes rotos. Componentes de cosas que no sabemos qué son y casi ni qué fueron. Total, todo a la basura.

Me he quedado con lo justo. Y con mucho espacio. Me he quedado más ancho que largo. Mi único resquemor es que he podido tirar más cosas y no lo he hecho. Pero bueno, lo apunto para la próxima.


La montaña de basura. Tíralo todo, pero no te olvides de reciclar

jueves, marzo 18, 2010

BENEMÉRITA

Todo este tiempo he estado andando. No por nada. No tengo ninguna razón para andar. Sólo una. Me habían quitado el carnet de conducir. No un ladrón. No. Me lo había quitado la Guardia Civil. ¿Por qué querían mi carnet de conducir? ¿No les vale el suyo? No, amigos, no seáis ilusos. Es que me lo había retirado.

Tuve un pequeño conflicto con la cerveza y el volante, así que me retiraron el carnet después de hacerme soplar. Que os digo que son un poquito capullos. Porque era evidente que yo iba borracho, ¿por qué me haces soplar tío? Además me costó un montón. ¿Habéis probado a soplar con todas vuestras fuerzas durante un minuto en un tubo? Claro, me desmayé. Y ellos se quedaron con mi carnet.

No ha sido para tanto. Han sido dos años. He caminado un montón. Me he aprendido todas las calles de la ciudad. He parado en todos los bares que antes veía desde el coche. Los he probado. Me he emborrachado vilmente y he vuelto a casa tan tranquilito. Tan feliz.

Así que he sido muy feliz sin conducir. Y yo le agradezco a la Guardia Civil que quitase el carnet. Pese a ello soy más feliz desde que los hombres de verde no están en mi camino. Yo sería feliz si pudiera vivir sin verle la cara a un Guardia Civil. Incluso a esa tan guapa que me despertó en la celda. Claro, que ahora que tengo carnet volveré a conducir. Que saquen las motos, las espadas láser y las lecheras.



Sopla, sopla que te vas a hinchar a soplar.

miércoles, marzo 17, 2010

BAJO TU FALDA

Me gustaría mirar bajo tu falda. Es un deseo tonto e infantil. Lo bonito sería quitarte la falda. O no, o trabajar con la falda puesta. Pero no sé por qué me gusta mirar bajo tu falda. Qué habrá ahí debajo. Es algo que tiene que ver con el misterio. Con lo desconocido. Con todo ese universo femenino y mujeril que no entendemos. Y seguramente con algún fetichismo sexual.

Así que yo lo intento. Intento subirte la falda. Como hacía de niño. Disimulo y me agacho cuando pasas. A ver si por casualidad hay una postura que me permita ver algo. Miro entre tus piernas cuando estás sentada. Buscando. Buscando. Tiro dinero a tu paso. Billetes pequeños, no porque tú valgas poco, porque yo tengo poco, para que te agaches y pueda ver qué hay ahí, qué hay.

No creas que no lo imagino. Pero quiero verlo. Saberlo. ¿Tocarlo? No sé si lo merezco. No sé si me atrevo. Bajo tu falda, como bajo el mar, todo un mundo gigantesco y feliz, todo un mundo genial y buscado.

Le hago un blues a tu falda. Al misterio de tu falda. Al vuelo de tu falda. Al tacto suave de tu falda. A tus piernas saliendo de tu falda. Y lo toco despacio. Como si tocara bajo tu falda. E imagino tu sonrisa. Pero no voy a decirlo. No voy a terminar de decirlo. Sólo sonrío e imagino. Tu sonrisa.


Tu dedo dibujó un corazón en mi espalda y mi mano le correspondió debajo de tu falda

martes, marzo 16, 2010

CUANDO PIENSO

Cuando paso dos semanas pensando en ti me preocupo. Me pregunto por qué será, qué estoy haciendo, qué me está pasando. No es por nada. Es sólo eso. Sé que luego se me pasa. Y que todo es igual. Que vuelvo a emborracharme y a mirar a mujeres mal vestidas, peor maquilladas, pero que me ponen. Mujeres que tal vez no saben sumar. Mujeres que no son demasiado listas.

Cuando paso dos semanas pensando en ti me preocupo. No por ti. Es por mí. Me preocupo por lo que pueda pasarme. ¿Y si me da una embolia? A mí pensar no se me da bien, y si me preocupo mucho a lo mejor empieza a sangrarme el cerebro. ¿Y si de repente me gusta pensar? Me asusta ser uno de esos que llevan gafas y saben decir inhibiciones. No quiero ser así. Y para eso lo mejor es no pensar.

Cuando paso dos semanas pensando en ti me preocupo y toco la guitarra a todas horas como si fuera un cantautor, un poeta o un amante cortés. Mis vecinos me quieren matar. Y los pájaros se van del edificio porque no pueden, los pobres, dormir. Felipe dice que también es porque canto horriblemente mal.

Cuando paso dos semanas pensando en ti me preocupo. Así que hago lo que haga falta. Me emborracho de la mejor manera que puedo. O de la peor. Me emborracho hasta que me caigo al suelo. O más aún. O pago a señoritas. De esas que fuman. Ya sabéis a qué me refiero, ¿no? Todo para olvidar que pienso en ti.

Cuando paso dos semanas pensando en ti me preocupo. Porque soy feliz pensando. Y contra eso no tengo nada. Sólo mis chistes. Pero de mis chistes no se ríe nadie.


Así me voy a quedar

lunes, marzo 15, 2010

LLORAR

Hubiera llorado, pero no he podido. No puedo llorar. No sé si lo sabes. No, no lo sabes. Bueno, tal vez sí lo sabes. La cosa es que no estás aquí y que creo que hablo contigo porque estoy borracho y hablar solo es triste. Así que sí, habría llorado. Pero no, no lo he hecho. Lloro por dentro. Tú que me miras a veces no sabes cómo es eso. No te preocupes. No es grave. Son cosas que pasan. La tristeza es necesaria. Quiero otra cerveza. Al menos tengo dinero. Estar triste da dinero, ¿sabes? Puedo escribir canciones. Cualquier día hasta publicamos un disco. No me importa estar triste. Ni sacar un disco. Me importa un bledo. A Felipe le da igual que esté triste. Mientras escriba canciones le da igual. Él así tiene todo lo que necesita. Dinero y mujeres. Más de lo segundo que de lo primero. Yo que me encargo de las finanzas sé que ganamos poco. Pero no era eso. No era dinero. Era otra cosa. Yo puedo pagar por lo que sea. Lo que sea. Me da igual el dinero. Tú eso sí que lo sabes. Dinero. Dinero. Vil metal. Nada. Triste. Llora me dices. O lo piensas. Pero no quiero llorar. No quiero nada. Sólo dormir un rato. Un rato nada más. Me gusta que parezca que me escuchas. Me gusta imaginar que estás aquí y te hablo y que digo lo que tengo que decir y así no se me caen las cosas mientras te cuento secretos. Mis más oscuros secretos. Me río. Estoy triste y me río. Seguramente porque tiro las cosas al suelo. Tengo que dejar de beber y pensar y hablar en voz alta en los bares. Ese tipo de allí quiere echarme. Y no tengo donde ir. Felipe ocupa la casa entera. Algo de un equipo de no sé qué femenino. Ya podría haberme dejado aunque fuera a la entrenadora.


Así sí puedo

domingo, marzo 14, 2010

6

En ocasiones no hago otra cosa que dejarme llevar. Caminar sin prisa por todas partes. Dando vueltas a las ideas y los caminos y los edificios. Edificios altos o pequeños, calles cuyos nombres salen al encuentro y no dejan de sorprenderne. Estanque. ¿Habría allí un estanque? ¿En ese lugar tan incierto? ¿Lleno de edificios por todas partes, calles estrechas que siempre han estado allí? No sé qué es lo que me lleva. Y no dónde. Sólo decido donde giro al ver una calle. A la derecha o a la izquierda. Los días son así. Giro a la derecha y tal vez encuentre algo que seguir. Tu figura delante de mí. Giro a la izquierda y no hay nada. Y sigo caminando. Porque no hay más qué hacer. Se vuelve la vida estable en su caos. En su imposible definición, en su imposible predicción. Giramos a un lado o a otro. Qué importa. Qué cambia. Nada parece cambiar el girar a la derecha o a la izquierda. Pero seguramente el azar que me hace girar a un lado o a otro configurará mi vida de una u otra manera. Podré encontrarte al girar una esquina. O encontrar a otra. Nunca se sabe.


sábado, marzo 13, 2010

5

Sólo ese tiempo fui quien quise ser. Durante mucho tiempo, otro tiempo, me dedique a sobrevivir. Una vez fue por ella. Una mujer de ojos alargados y sonrisa fácil. Una mujer que me sonreía y me cogía de los hombros. Y tuve que sobrevivir. Sin ella. Y me costó saber que no. Que nunca sería lo suficiente. Y sobreviví siendo otro. Estando allí y gritando y fingiendo. Siendo otra vez otro distinto. No sé cómo lo hacía, como hacía para hacerlo. Pero lo hacía. Y nada me afectaba. O lo intentaba. Y me fingía fuerte. Caminaba por allí con aire de superiroridad. Ordenando y mandando. Fingiendo. Como siempre. Y no era el que quería ser. Ni con ella tampoco fui el que quería ser. No pude al final. Y tuve que ser otro. Otro que mentía. Otro que no podía estar siempre recogiéndola del suelo. No quise ser el que sabe más. El que nunca falla. Pero hubo días con ella que la miraba a los ojos y era más yo que nunca. Casi más de lo que nunca lo he sido ni lo seré. Y fue ese tiempo, memoria ahora, recuerdo ahora en las palabras que releo, en las dedicatorias de estos libros, el único en el que fui yo. Y coincidía con ella. Con el tiempo de ella. Todo junto. Y lo perdí.


viernes, marzo 12, 2010

GUITARRA ROTA

Se me ha roto la guitarra. Esto que parece un tontería no lo es, porque no tengo otra guitarra, así que no sé cómo voy a tocar ahora. Además, a mí me encantaba mi guitarra, era genial, estupenda, sonaba como yo quería, hacía con ella lo que yo quería. Pero ya no. Ya no puedo tocar más mi guitarra. Ahora tendré que tocar otra guitarra, acostumbrame a sus cuerdas. Saber sus trastes, aprender su nombre. Construir con ella un blues. ¿Y si no me sale el blues? ¿Y si tengo que irme muy lejos a buscarlo? ¿Y si tengo que dejar mi casa buscando el blues de esa nueva guitarra? Echaré de menos a mi guitarra. No estoy llorando. Pero ganas me dan. Os lo juro.


Guitarra rota, como yo

jueves, marzo 11, 2010

TRISTEZA

Que la tristeza de unos es la alegría de otros es una verdad como un templo. Yo que estoy hoy alegre lo estoy porque otros están tristes. Porque las cosas son así. Y si mi enemigo pierde, yo me alegro. Dirán que soy mezquino y pequeño. Pero mira, yo me estoy riendo.

Aunque hay veces que no es cierto. Hay veces que todos estamos tristes y lloramos por las esquinas. Pero la vida es así. Es lo que es, hay lo que hay, por ahora no dan más, así que nos fastidiamos.

¿Qué quiero decir? Que mi tele no funciona. Y ¿por qué? Por un empeño raro de una gente que no conozco. Quieren aprovechar mejor no sé qué cosa y así me han dejado a mí sin mi tele. Y lo que es peor, me han fastidiado el carrusel deportivo, porque ahora sé cuando es gol y cuando no y no tiene el fútbol ningún interés.

Así que esta tristeza nuestra no es la alegría de nadie. Bueno, sí, de los que venden tdt's. Los demás, estamos que trinamos, porque no se ve un pimiento.


Tdt para todos, o no.

miércoles, marzo 10, 2010

PELUQUERA

El blues de la peluquera es un blues genial, porque la peluquera es genial. Me corta el pelo miss peluquera 2008, 2009 y probablemente 2010. Y lo hace con mucho ritmo, tic, tic, tic, hacen sus tijeras, mientras ella se mueve ritmicamente alrededor de mi cabeza. Mi cabeza es grande, así que moverse alrededor de ella tiene mérito, no se crean ustedes.

Rubicunda y pródiga como una walkiria. Así es ella. Rubia. Generosa por delante. Estupenda por detrás. De facciones bellas y delicadas... ah, mi peluquera. Qué menos que un blues podría yo dedicarle.

Como soy un hombre tímido la miro poco mientras ella se acerca, mucho, tanto que me llega el aliento con sabor a chicle de fresa, tanto que sus pechos se rozan con mis brazos y me enseña el balcón abierto de su escote. Pero soy un hombre tímido y temeroso de Dios. Así que miro hacia otro lado. Ni siquiera por el espejo busco su mirada, el botecillo rítmico de sus pechos acompasando el cuerpo al ritmo de sus manos.

El blues que me sale es elástico como ella. Es bello como ella. Es triste, como cada vez que me voy a casa, suspirando por ella.


La mezcla de espuma, colonia y sudor de unos pechos desnudos

martes, marzo 09, 2010

MARTES

El martes es un día raro. No es lunes. El lunes, vosotros no lo sabéis, es el mejor día de la semana. Porque volvemos a trabajar. Y empieza la semana. Y sobre todo porque significa que se ha acabado el domingo que es el peor día del mundo, sobre todo si no hay carrusel deportivo.

El martes es raro. Pero mola. Porque es casi un miércoles. El miércoles hay copa de europa, como el martes, y el miércoles es casi casi un jueves, de hecho, cuando te quieres dar cuenta el miércoles se ha ido. Además en muchos sitios no se trabaja el miércoles. Así que ya estamos a jueves.

Como todo el mundo sabe los jueves se sale. Así que si es jueves hay que salir. Así que el jueves es como un viernes en pequeño. ¿Un viernes? Vamos, que el jueves, es un fin de semana.

El fin de semana es viernes, sábado y domingo. O sea que el viernes mola porque es fin de semana. Y el sábado mola más (si no tienes mucha resaca) porque es otro día del fin de semana y porque la gente está cachonda de no haber pillado el viernes y es más fácil. Así que sábados definitivamente sí.

Total que el martes es raro pero mola, porque es fin de semana, y todos los fines de semana molan. Así que viva el martes.


Marte, Desafío Total

lunes, marzo 08, 2010

PERVERTIDA

Jueves por la noche, entro en un bar y una mujer me mira. Y yo la miro. Es, por primera vez en mi vida, una de esas miradas. Lo sé porque uno de mis amigos me lo dijo. A mí me sorprendió tanto que me mirara que me estuve limpiando el bigote diez minutos, pensando que tenía algo pegado en él. Pero no, me miraba.

Sábado por la noche. Otro bar. Otro pueblo. Otra mujer que me mira. Mi acompañante me dice, ¿me mira a mí o a ti? Y creo que llegamos a la conclusión de que era a mí. Casi me muero del susto. Menos mal que tenía el vaso lleno y pude ahogar las penas. Y recordar las palabras del Canijo, que el miedo es mu malo (y quererte mucho me da sed). Así que me tragué el miedo con mi bebida y acabé con los dos, miedo y sed.

Mismo sábado. Otro pueblo. Otro bar. Otra mujer me mira. Una mujer acompañada. (Creo que sólo era una cotilla, pero no dejaba de ser una mujer que me miraba fijamente a los ojos). Eso ya pudo conmigo. Casi no pude dormir esa noche.

Estuve pensando. Llegué a una conclusión dolorosa. La de que si le gusto, si te gusto, es porque eres rara. Porque tienes alguna perversión. Porque eres una mujer anormal. ¿Cómo si no se explica que pueda gustarte? Es inconcebible. Es imposible. Eres, reconócelo, una pervertida.

La otro conclusión es que lo he soñado todo, lo he imaginado todo, que fue, simplemente, una pesadilla.


Canijo, un grande, hasta con barba

domingo, marzo 07, 2010

4

Como el camino es variado, el pensamiento también lo es. Cambia y varía de un lado a otro. Del pasado al presente. De lo que ve a lo que intuye. De lo que pasó a lo que vendrá. Un mensaje desde el pasado. La primera mujer. Hace ilusión pensar que aún se acuerda de uno aquella mujer. Y el pensamiento, como el camino que gira, cambia hacia ella. El primer día que la vi. Aquellos días que la veía llegar con la vestimenta diaria, colegial. La primera vez que sentí la punzada esa que luego llamé, precozmente, adolescentemente, ¿equivocadamente? amor. El otro día, el día aquel que, después de mucho tiempo, sustituida ya por otra en el pensamiento, la confesé que un día la amé. Su nombre entero (¿por qué serán tan sonoros los nombres de las mujeres que se aman?). Por la memoria viene su imagen. Comparada con la tuya su imagen no es buena. Pierde. Pero el recuerdo, ese es imborrable. Sabemos cosas de ella. Las antiguas. Los hombres que admiraba, las discusiones estúpidas que sobre temas actuales manteníamos. Y nuevas también. El nombre del que dentro de poco será su marido. Recuerdo que guardo sus cartas en una caja. Y recuerdo que debo tirarlas, que debo hacerlas desaparecer, para que todo quede sólo en mi recuerdo y tal vez en el suyo. Y como el camino que gira y gira, como el paseo que da vueltas a los mismos lugares siempre, gira el pensamiento también. A ti.


sábado, marzo 06, 2010

3

El paseo es a la una, si el tiempo no lo impide. Los días de lluvia miro por la ventana el mundo, pero poco rato. Un hombre parado en la ventana parece que no mira el paisaje. Parece que está vigilando. Hoy llueve. No habrá paseo. Habrá que volverse a los papeles, a los libros, rebuscar una vez más en ellos. Recolocar la estantería. Algo que mate este tiempo que nunca es de trabajo. Fuera la lluvia cae sin estrépito. Cae suave y lenta, como si no fuera ese su trabajo, el dejarnos sin pasear, el ser lenta y suave. Una mujer con un paraguas grande, de cuadros, pasa rápido. No es así esta lluvia, esta lluvia apenas si moja. No hace correr. Pero seguro que pude empapar. Me acuerdo de aquellos ojos que me miraban. Aquellos ojos que ya no me miran. Esos sí que caían con estrépito. Hacían ruido. La lluvia empapa tanto el mundo que el agua está rezumando de la tierra. Tus ojos me empapaban a mí. ¿Por qué los días de lluvia me acuerdo tanto de estas cosas? ¿Por qué pienso tanto en ti? Y se me ocurre la pregunta que no es mía, pero que siempre pienso cuando llueve, y pienso en ti, ¿lluvia aquí, y allí dónde tú estás?


viernes, marzo 05, 2010

PERCHERO

El blues del marido perchero fue muy fácil de componer. Me fui un día de compras. Como yo no tengo a nadie me voy de compras solo. Pasa que a veces me compro un montón de cosas que no me quedan bien, o que me quedan definitivamente mal. Pero a cambio me compro lo que quiero. ¿Qué voy hecho un adefesio? Pues sí, pero dado que ya soy feo de por sí, qué más da que vaya de una manera o de otra, si eso no tiene arreglo. ¿Qué nada de lo que tengo me sienta bien? No importa, nadie me mira y los o las que lo hacen no me miran con el interés apropiado.

Ese día vi las costumbres de las gentes a la hora de comprar. Vi que las gentes no compran, que sólo compra la mitad de la gente. En concreto la mitad femenina de la gente. El resto mira, se aburre o sobre todo sirve de perchero.

Porque, digamoslo ya, realmente tú no tienes un marido, tienes un perchero. Una cosa a la que colgarle las cosas que te molestan: el bolso, el abrigo, un paraguas, la chaqueta, las gafas de sol, la peluca, el zapato que te sobra, lo que te vas a quitar, lo que te vas a poner, todo en general y al fin y al cabo.

Así que de ahí nació el blues del perchero. Y creo que tiene mucho éxito. Porque es real como la vida mismo. Porque el cura debería decir, yo os declaro perchero y mujer.


Modelo california de marido

jueves, marzo 04, 2010

TARJETA DE CRÉDITO

Aquella mujer de la barra no estaba triste. No estaba asustada. No. Era una mujer dura. Decidida. Atractiva. Era una mujer fuerte y segura. Una mujer que sabía lo que hacía, lo que decía, lo que quería.

Así que no entendía por qué hablaba conmigo. Por qué se empeñaba en hablar conmigo, en tocarme el brazo y en seguirme la corriente y hacerse más atractiva y en quererme hacer ver que yo era atractivo.

Se reía con mis chistes. Me contaba los suyos. Una delicia. Estaba pasando una noche deliciosa. Fumaba con una clase y un ritmo que era inigualables en cualquier otra actividad.

Así que cuando me dijo, por qué no vamos a tu casa, estuve a un pelo de caerme de la silla. Pero me caí. La miré de arriba a abajo. Me volví a mirar a mi alrededor por si pasaba algo raro. La volví a mirar. Me caí de la silla de verdad, aunque disimulé silbando y haciendo que no, que me había bajado raro. Y le dije, claro, vamos a mi casa.

Lo que sigue no se cuenta.

Lo de después es tan triste como evidente. Me pidió dinero. Aquella mujer tenía entre los pechos, sus turgentes y maravillosos y olorosos y divinos y sabrosos pechos, una ranura para tarjetas de crédito. Así que le di mi DNI y me cobró.

La vida es una broma. No pude ni hacer un blues.


Introduzca su tarjeta, gracias

miércoles, marzo 03, 2010

ACTO DE AMOR

Aunque no lo parezca también hay blues escritos y cantados por mujeres. Tengo una amiga que canta y escribe blues estupendamente. Es fea y pringada y todos los hombres acaban por dejarla por otra mejor y más alegre, así que tiene muchas historias tristes que contar.

A mí me gusta oírla porque cuenta cosas muy entretenidas y muy divertidas, y porque siempre acabo sacando algo de ahí, un blues, una cerveza gratis, algo, ya saben.

La última historia, resumida, más o menos es esta. Una mujer sale con un hombre. No es una mujer alta. Aunque se hace peinados altos para parecer la más alta de sus amigas. Aún así no lo es. Y se pone altísimos tacones para parecerlo. Y acaba siendo la líder de su grupo gracias a su altura.

Pero, claro, el amor se cruza por medio. Y resulta que se enamora de un chico muy bajito. Muy mono, pero bajito, bajito. Poca cosa el muchacho. Pero monísimo, eso sí.

Así que ella, en un supremo acto de amor se cambia el peinado. Pero resulta que aún es más alto que él. Y así no se puede vivir. Así que en el mayor acto de amor que ha visto el mudo decide prescindir de sus tacones y ponerse siempre zapatos planos.

Es el blues de los tacones rotos. Un blues tierno. Vale que la pareja se aburría como una ostra. Pero fue tan bonito ese acto de amor.


Sin tacones

martes, marzo 02, 2010

REUNIÓN MARZO 2010

Reunión de Creatura en torno a montañas de frutos secos y cervezas extrañas. Muchos llegaron tarde y confundidos por el lugar, pero, sorprendentemente, hablamos de cosas que no son sexo. Vale que sólo durante algunos minutos, pero lo hicimos.


Pero vamos a lo que vamos que es lo de siempre, cosas para el próximo número, mayo:


colaboración: resumen de poesía en los bares (Abel)

Establecimiento: Generación X

Contra: Julio.

Editorial: Rubén.

Portada: Pinky.


Para el número de mayo faltan algunas cosillas, así que no seáis mamones y enviadlas pronto que luego pasa lo que pasa.


Próxima reunión, 5 de abril, lunes, 21 horas, mismo lugar.


Y así entre montones de ceniza y vasos sucios se acabó al fin la reunión.


Sí, cadenas

lunes, marzo 01, 2010

FRANCAMENTE

Aquella mujer me volvía loco. No por nada. No por sus senos turgentes. No por su generoso trasero. No por su cuello. O sus pendientes de perla. No por su nariz alargada. No por su sonrisa. No por su manera de mirarme (bueno, por su manera de mirarme tal vez sí me volviera loco).

Aquella mujer me volvía loco. Pero era por todo lo demás. Porque ella también estaba loca. Porque me decía una cosa y hacía otra. Porque cuando yo iba a la derecha ella se volvía a la izquierda. Y si yo me iba a la izquierda ella se iba a por mí. Porque era contradictoria. Y genial. Así que me volvía loco. Pero de verdad. Tuve que empezar a tomar pastillas. De las chungas. De las que hacen que le tengas que dar tu DNI al farmacéutico.

Un día me desperté y no sé cómo ni por qué pero ya no pensaba en ella. Simplemente me acordaba de mis escalas, de que tenía que ir al banco, de que tenía que tirar la basura, de que tenía que despertar a Felipe antes de las 11 para que fuera a no sé qué doctor raro. De todo. No pensaba en ella.

Me llamó. Fui a verla. Empezó con su trabajo. Llevándome a la izquierda. Y a la derecha. Dándome vueltas. Volviéndome loco. Pero fui capaz de decir la frase que toda mi vida quise decir: francamente, querida, me importa un bledo.

Y me fui de allí dejando la puerta abierta.


Francamente, querida, me importa un bledo