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jueves, abril 02, 2015

JESÚS EL MELANCÓLICO


En La caída, uno de sus tres novelas, Camus reflexiona a través de un largo monólogo sobre casi todas las cuestiones de la vida. En un ejemplo de cómo el existencialismo y el nihilismo van ganando el terreno al hombre según madura y se hace mayor, el personaje principal muestra su desencanto del mundo, su patente inutilidad. Entre sus muchas reflexiones hay una que habla sobre Jesucristo y su melancolía.

El protagonista defiende que siempre ha percibido a Jesús como un ser triste y melancólico, un hombre que sabe cuál es su destino y que sabe también, según la opinión del protagonista, que ese destino será inútil, pues los hombres no tendrán salvación, no dejarán de ser hombres y por tanto de actuar de manera egoísta y malvada.

Esa melancolía de las representaciones artísticas de Jesús, en casi cualquier época de su vida, se antoja una observación muy certera por parte del personaje de Camus. En las películas vemos representado a un Jesús que más allá del tono mísitico que se le pretende dar, está siempre como ausente, como fuera de todo y poseído de una honda tristeza.

No es miedo, ni dolor, ni angustia, es tristeza lo que se percibe también en pasos religiosos, en esculturas, en cuadros, en retablos y en gran parte del arte religioso, y no sólo el que representa la pasión y la muerte, la tortura y el calvario y la crucifixión. Las representaciones que nos muestran al Jesús anterior ya contienen ese rictus de tristeza en él.

También persisten en algunas narraciones. En los evangelios y en otros textos que hablan de Cristo y su vida. No hay asomo de esa alegría que realmente debería representar, de esa alegría que es Dios para los hombres como lo son los hombres para Dios.

El sacrificio que habrá de afrontar y su parte humana, su parte de hombre, que siente dolor y miedo es la que trasmite esa pena, esa tristeza que vemos en sus representaciones. Porque afrontar un gran sacrificio, con la intuición de que será inútil mueve a la pena y aunque lo afrontará con entereza, no le abandona la sensación de que es necesario más que útil llevarlo a cabo. Y no deja de sentir tristeza también por tener que abondonar a los hombres y dejarnos solos. Solos y confundidos. Solos y malvados. Solos y unos contra otros.



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