Llamar Gran Estrella
a un grupo y Número 1 a su primer álbum suena un poco raro. Suena
pretencioso y un poco chulesco. Así lo reconoce uno de los miembros
de Big Star la banda americana de los 70 en un documental que repasa
su trayectoria.
La historia de Big
Star es una de esas historias curiosas que se dan en el mundo del
arte, la cultura o el espéctaculo. Un grupo que suna muy bien,
incluso escuchado hoy. Un grupo que se nota seguidor del pop de los
60 en una época en la que el rock y el naciente heavy lo iba tomando
todo. Un grupo que lo tenía todo para triunfar, pero que no lo hizo.
Los críticos
hablaban muy bien de sus discos. Y siguen haciéndolo. Pero, en uno
de esos misterios inexplicables, su música no se vendía en una
época en la que los discos se producían y vendían con rapidez y
desenfreno.
En el documental
Nothing can hurt me, los miembros vivos del grupo cuentan su
historia, cuentan como las revistas especializadas hablaban
maravillas de ellos, como los locutores de radio los ponían por las
nubes, pero como ellos no tenían ningún éxito y no conseguían
vender nada.
Años después
grupos como REM se han declarado seguidores e influenciados por Big
Star, que era no sólo una rara avis en el momento, sino también un
grupo con una calidad indiscutible. En una paradoja de esas que
guarda la vida, sus discos comenzaron a ser buscados mucho después
de la desaparición del grupo, que acabó por reencontrarse sobre el
año 2000.
Un documental, un
libro, giras, todo el éxito negado, todo el reconocimiento les vino,
tarde y un poco lateralmente, un poco mitigado, cuando ya no lo
esperaban, cuando lo que habían hecho ya estaba olvidado por ellos.
El nombre del grupo fue premonitorio, nunca fueron grandes estrellas,
ni sus discos número uno.
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