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jueves, agosto 16, 2012

LA PALABRA

Decir tu palabra a esa mujer me dejó una sensación extraña de mentira y de equivocación, quise pedir perdón de inmediato, pero decir aquella palabra y después perdón me he equivocado, era imposible. Las normas de la corrección impedían que fuera de otro modo.
Aquella palabra era tu palabra. Yo la usaba siempre contigo. La guardaba para ti. Había llegado a asociarla sólo a ti. De entre todas las palabras de la lengua, de entre todas sus posibles aplicaciones, sólo había una persona y un uso correcto. Decírtela a ti.
Hacía mucho que no te veía. Y ella en ese momento se ajustaba a la definición de la palabra que se da en el diccionario. Pero no dejó de ser una traición. Un error. Una mentira. Porque nadie más puede ser ya eso. Sólo tú tienes la capacidad de ser esa palabra si yo la digo.
Ella se esponjó en su vestido. Realmente estaba hermosa. Pero no pude disfrutar de nada aquella noche. No de su compañía. No de su trato. No de su invitación posterior.  




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