Como estoy demasiado confuso y
demasiado agotado para escribir, no lo hago. Dedico mi tiempo a ver
la televisión y cómo en ella se suceden los deportes extraños. No
son extraños en sí mismos, sino el hecho de que alguien alguna vez
decidió dedicarse a ellos. ¿Qué empuja a alguien a bajar un río
encabritado? ¿Y a darse patadas en la cabeza con otro?
Esas preguntas se mezclan con otras de
menor calado, como el hecho de que cada vez hay menos anuncios. Y los
que hay son de comida. No sé si lo hacen para darme hambre. Aunque
no lo consiguen mucho. Otra cosa que anuncian mucho son
ambientadores. Y no hay nada más aburrido que un anuncio de
ambientadores. Sin embargo, nadie anuncia Mercadona, y tiene más
prestigio que la Real Academia de la Lengua.
De vez en cuando enciendo el ordenador
y miro los periódicos. Veo una confusión sensacional, un montón de
tiros que vienen de todas partes, un fuego cruzado que habla sobre la
crisis, que pretende tener la forma de resolverla o resistirla, pero
nada parece acabarla.
Y yo sigo confuso. Tal vez es el calor.
Tal vez que no pueda dormir. Tal vez la amenaza de que no habrá
liga.
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