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lunes, enero 26, 2015

RECONTAR LA HISTORIA, HISTORIA DE DOS CIUDADES


En la mayor parte de las historias de la humanidad que se cuenta, bien sea en la ficción, bien sea en los libros de historia, siempre hay un vencedor y un vencido, o lo que es lo mismo, dos puntos de vista narrativos al menos, el del triunfador y el del perdedor. Incluso en las grandes hazañas históricas que contamos en los libros podemos encontrar esa dicotomía y contar la historia de una forma o de otra según nos convenga.

En Historia de dos ciudades Dickens narra sucesos relacionados con la Revolución Francesa. Desde nuestro punto de vista histórico, la Revolución Francesa fue un hecho necesario y de gran importancia pues crea la igualdad entre los hombres de una manera efectiva y mucho más allá de los preceptos religiosos que ya habían anunciado esa igualdad.

Pero en la realidad, ese tiempo revolucionario estuvo lleno de muerte, sangre, abusos, injusticias y crueldad. Asesinatos masivos, confiscaciones y, como en casi toda revolución, la perversión de un lenguaje nuevo que pretendía revocar el existente para cambiar así la realidad. En otras muchas revoluciones, desde la de rusa hasta la de los Jemeres Rojos de Camboya ha pasado lo mismo.

Dickens cuenta la historia desde ese punto de vista de la crueldad, señalando que la rabia y la venganza movían más al pueblo que la justicia, pues una vez levantado se ensañó contra todo poder existente, sin pararse a pensar en si quien lo detentaba había hecho mal con él o no.

Evidentemente Dickens no cuenta la realidad, sólo una novela y en ella se dejan ver sus miedos de hombre conservador y ya maduro, su horror por los crímenes, por los levantamientos y por la impunidad que la masa da a las personas para ocultar sus inclinaciones más aberrantes. Pero es cierto que viendo sólo la parte histórica y casi heroica del hecho nos olvidamos de las muertes y del terror que despertó el levantamiento. Un mucho mayor del que podemos imaginar. Uno que en la Europa de hoy en día es imposible. Por más que intenten asustarnos con otros cuentos.



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