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domingo, febrero 28, 2010

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Un gato gordo se pasea por el jardincito del convento. Se le ve desde lejos, lustroso, blanco y negro, con la zancada elástica y fácil pese al frío y la humedad. Tiene una pereza impropia del día de hoy. Todos corren al momento de estar en la calle. El frío, el viento, la lluvia, corta las ganas de todos. Pero el gato del convento se pasea señorial. Probablemente sea el protegido de las monjas. A él irán a parar todas las sobras, si es que las hay, a él todo lo mejor, él como el niño que nunca tuvieron esas mujeres solas y llenas de amor, hacia Dios y los animales. Esposas de Cristo.


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