Publicidad

lunes, agosto 11, 2008

M. VARIACIÓN SOBRE UN TEMA DE LOS PIRATAS.


Mi amor se cae al suelo y no se queja demasiado,
"podría ser peor", se dice, y sigue caminando.
Mi amor jugaba a ser mayor mucho antes de llegar
y expresa en una mueca que está harta de esperar.
"Pero no importa, estaré bien si tú te quedas a mi lado",
y disimula recogiendo su amor propio destrozado.
Mi amor dejó el colegio porque dijo que era caro,
"nada he aprendido y ya me estaban fastidiando".
"Empezaré cualquier empresa y cuidaré de que estés bien,
tú quédate conmigo sólo tienes que aprender"

Éramos tan jóvenes. Jugábamos a ser mayores, pero no lo éramos. Caímos al suelo, pero ¿qué íbamos a hacer si no? Nuestro sino era caer. Mi amor se levantaba una y otra vez una y otra vez. Y me levantaba a mí. ¿Dónde habríamos de llegar? ¡Qué más daba estábamos juntos! Cuidaba de mí. Yo necesitaba más cuidados, era un niño y ella era más fuerte que yo, más fuerte que nadie. Se impacientaba, lloraba sola cuando creía que yo no la veía. Y se levantaba cada vez que la vida la tiraba al suelo. Y me levantaba a mí que estaba siempre caido.
M está segura de que todo irá mejor,
pero nunca pasa nada y aún seguimos siendo dos.
M está tranquila porque dice que es mejor,
pero nunca he estado solo y esta casa es para dos.

M sabía que todo iría bien. “Toda va a ir bien” me decía mientras me abrazaba porque yo pensaba en mi casa, en todo lo perdido, en nuestra vida de antes, en la felicidad que parecíamos haber perdido. Todo aquel tiempo solo me hacía pensar. Pensaba en ella y en mí, en qué hacía ella conmigo, en por qué cargaba conmigo que era un peso para ella. Eso creía yo. Salía de casa tan convencida y volvía tan fuerte después de todo lo que le había pasado. “Toda va a ir bien, creéme”.

Yo tocaba fondo y me dormía en la cocina,
M me abrazaba y se tumbaba encima mía,
"no te preocupes que esto pasará, mañana estarás bien",
y me cogía la cabeza y la metía en su jersey.

A veces me levantaba de la cama solamente para llorar sin que ella lo notara, sin que tuviera que recogerme una vez más, sin que tuviera que sostenerme como siempre lo hacía. Me iba a la cocina y lloraba hasta que me quedaba dormido, con las lágrimas cristalizadas en legañas. Ella me abrazaba y me hacía bromas. Me arreglaba la cara, me quitaba las legañas. ¡Era tan fuerte! ¡Era tan fuerte! Se sostenía en píe y podía además sostenerme a mí. Me abrazaba como si supiera que era lo que necesitaba, pero ¿quién necesitaba más los ánimos, los abrazos? ¿quién necesitaba a quién?
M nunca dudó que me quería a pesar de todo,
pero el día que se fue no le importó dejarme solo,
"lo hago por ti", me dijo, "ya verás, sin mi estarás mejor",
y me dio un beso en la mejilla, cogió la puerta y sonrió.
Ella me quería. Y tal vez aún me quiera. Seguramente aún me quiera. No sé quién será el que ahora esté dentro de su jersey, el que la abrace, el que se acueste con ella. Pero se fue. Tuvo que irse, sonriendo, fuerte todavía, como si no fuera realmente, como si fuera a volver en un rato a recogerme. “Lo hago por ti” y no sé si es cierto que lo hizo por mí o si lo hizo por ella, si se libró del peso que la hundía.. “Lo hago por ti” ¡Cuántas veces seguí oyendo esa frase en mi mente sentado en la cocina llorando y esperando que volviera! Pero no volvió. Estuve peor sin ella. Pero sólo al principio. Una vez más ella tenía razón. Sin ella estaría mejor, sin ella podría crecer. Ser. Pero aún la veo sonriente cerrando la puerta.
M está segura de que todo está mejor,
pero nunca he estado solo y esta casa es para dos.
M está tranquila porque dice que es mejor,
pero nunca pasa y echo de menos su amor,
M está tranquila porque todo irá mejor,
pero nunca he estado solo y esta casa es para dos.
M está contenta porque dice que es mejor,
pero nunca pasa nada y nunca más seremos dos.

La casa era inmensa para mí solo. Ella estaba segura de que yo solo estaría mejor. Y tuve que dejar la casa. Nunca volvimos a ser dos. Nunca volvimos a ser dos, ella y yo, abrazados en la cocina. Eché tanto de menos su amor. Y sus brazos y sus labios y su jersey que olía un poco a manzana y su forma de morderse las uñas y sus pendientes feos. Tanto de menos. Aún la añoro algunos días, cuando me levanto a beber agua a la cocina, esta otra cocina, y me quedo sentado y noto que me tapa con su jersey.
Pero lo cierto es que una vez más ella tuvo razón. Fue mejor. La echo de menos, pero fue mejor para mí. Y crecí. Y por fin aprendí. Ella me enseñó. Su gran acto de amor fue dejarme solo. Hacerme, no sé en qué forma, vivir.

Pero el día que se fue no le importó dejarme solo.

1 comentario:

Unknown dijo...

Y ese día, el que se fue se convirtió en el día más triste, en el más oscuro, y por mucho que fuera agosto en ese día nunca más brillará el sol. No importa que ahora sepa que hizo lo mejor, que lo hizo por mí, por nosotros, porque lo mereciamos, y que gracias a aquel gesto nos hicimos mutuamente felices.