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domingo, agosto 10, 2008

EL HOMBRE CON CARENCIAS AFECTIVAS


Sentado en la barra del bar el Hombre con Carencias Afectivas pensaba en la extraña relación que había entablado con el Camarero. Poco a poco el Camarero y él habían llegado a ser más que cliente y empresario, más que esa relación rara que se establece un día con un camarero, habían llegado a ser casi amigos.
Para el Hombre con Carencias Afectivas era difícil hacer amigos nuevos y abrirse a los viejos, a los que conocía desde siempre. Pero no sabía cómo había llegado a ser eso con el Camarero y dueño del bar. Empezó hablando el Camarero, cosa rara en un bar, pero como buen Hombre con Carencias Afectivas él escuchaba más que hablaba y el camarero necesitaba hablar mucho más que él.
Después ya iba a ver al Camarero a la mejor hora: cuando el bar estaba casi vacío y ambos podían hablar sin demasiadas interrupciones. Solían hablar de casi todo, pero el tema principal eran las relaciones con las mujeres, ya que para el Hombre con Carencias Afectivas era difícil tenerlas y el camarero había roto con su novia después de años de convivencia. Ahora había iniciado una carrera de relaciones amoroso – sexuales con cada mujer que se cruzaba en su camino.
- Para mí ya no es como antes, ni siquiera ese morbo de querer tirarse al camarero funciona ya.
- ¿Existe ese morbo?
- Ya no. Ahora es más difícil. Aún así aquí se conocen a muchas mujeres y se intima con algunas, si se quiere.
- Hombre eso está bien.
- Sí, me cuesta, pero bueno, tengo mis momentos.
- A mí me cuesta más, tú por lo menos tienes el hielo roto y siempre puedes tirar de ahí.
- Es cierto. Por suerte ahora no se me da demasiado mal y estoy consiguiendo al menos desahogo.
- ¿Sexual?
- Sí, claro.
- A mí es que para el sexo me hace falta sentir algo más que un calentón, me hace falta algo de amor o de cariño aunque luego se acabe en dos segundos.
- A mí no, pero no sé por qué casi siempre acabo diciéndolas que las quiero.
El Hombre con Carencias Afectivas cambió la cara. Se turbó un poco.
- ¿Qué te pasa?
- Sólo le he dicho a dos mujeres que las quería.
- ¿Y funcionó?
- No, no, eran otra cosa, más cerca de amigas que de otra cosa. A las que he querido de verdad no he podido decirlas que las quiero.
El Camarero le puso la mano en el hombro.
- No te preocupes, yo lo digo continuamente es sólo cuestión de costumbre.
- Tal vez.
Y ambos se sintieron más unidos por esa mentira y ese toque en el hombro que por la mayoría de abrazos y palabras de amor que habían dicho nunca.

Camarero y cliente en plena relación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Algunas palabras parecen desgastarse en algunos labios y esas mismas palabras cobran dimensiones exageradas en otros.
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Un apoyo a esos camareros que son la excepción y confirman la regla.