Rodion Romanovich Raskolnikov es el
protagonista de Crimen y Castigo, una de las grandes obras de la
literatura rusa y de su autor Fiodor Dostoievski. Y una de las
grandes obras del gran siglo de la novela, el siglo que la consagró
como el principal género literario, el XIX.
Su protagonista es tenido como el
prototipo del superhombre que definió y defendió Niezstche y del
que luego se aprovecharon los supremacistas y los totalitarismos.
Raskolnikov comete su crimen por una serie de circunstancias, entre
las que se encuentra, como una de las principales, su idea de que la
mujer que mata es mucho menos que él, que es un piojo que puede
aplastar y que debe hacerlo para demostrarse que está por encima de
ella.
Pero Raskolnikov parece más un loco
que un superhombre. Durante toda la novela vemos un personaje ido,
descentrado, con accesos de fiebre y comportamientos erráticos. En
eso Raskolnikov se comporta como otros personajes de Dostoievski, se
comporta como se comportarían El Jugador o El Doble.
Pero el gran problema de Raskolnikov no
es su locura. Su amigo Razumijin dice en la sexta parte y lo repite
varias veces “tú no estás loco”. Y efectivamente no lo está.
El problema de Raskolnikov es su deshumanización. Diversos sucesos,
presentados lateralmente o de forma poco importante, han ido mermando
a Raskolnikov hasta conseguir que pierda su condición de humano.
Esta se rebela en él en ocasiones. Con Marmeladov y su familia. Con
su Sonia. Con su hermana. Pero son sus accesos de fiebre y locura los
que parecen hacerla aflorar.
Finalmente, en el presidio, Raskolnikov
va tomando conciencia de su existencia como humano, va dejando el
nihilismo (el brillante discurso contra el nihilismo como destructor
de la juventud por parte de Porfiri es esclarecedor de esto) que le
tenía atenazado y va sintiendo que es un hombre como los demás, con
sus partes distintivas y sus partes iguales a las del resto.
Y es el amor de Sonia y su
comportamiento sencillo y vital el que le hacen comprender que
finalmente es un humano y como tal empieza a comportarse. Ahí está
el quid de la novela. En el proceso que lleva a Raskolnikov de ser
deshumanizado capaz de maltratar a todos y de cometer crímenes
horrendos a ser nuevamente un humano a través del amor y el
sufrimiento. Y ahí alcanza la felicidad, la comprensión y llega el
clímax de la novela: cuando Raskolnikov, sentado con Sonia ante un
pequeño riachuelo y un prado verde en Siberia, empieza a notar latir
su corazón. Raskolnikov se rehumaniza. Vuelve a la vida. Y acaba, al
fin, su castigo.
Os recomiendo, si queréis emprender su
lectura, la estupenda y ajustada en su precio, edición de Isabel
Vicente para Cátedra.
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