Cuando, solos en el cuarto de Sonia,
Raskolnikov le pide que le lea el pasaje de los evangelios en el que
Lázaro resucita y vuelve a ser un hombre, Dostoievski está
anticipando el futuro de Raskolnikov. También él volverá a ser
humano, también resucitará y volverá a sentir que si hubiera sido
sacado de la cripta. Sonia sería su resucitadora.
No ocurre lo mismo con otros personajes
del autor de San Petersburgo. El jugador y el Doble continúan en su
condición de deshumanizados. El jugador pierde su condición de
humano a la vez que va perdiendo su dinero en la ruleta. A la vez que
va dejando de importarle ganar o perder y va centrándose más en el
deseo de jugar sin medida, para acercarse a la nada. Y deja de ser
humano para conseguir el dinero necesario para jugar. Su condición
no variará. Se mantendrá igual.
El doble, expulsado de la vida por
alguien que es exactamente igual que él, pero no es él, morirá
fuera de sí, fuera de su condición social y moral de humano. Morirá
siendo nadie, siendo nada, aferrado al nihilismo más absoluto de ser
desposeído de su misma identidad y su misma materia.
Raskolnikov, criminal confeso y
culpable, transido por las ideas filosóficas, tendrá una redención
a través de la fe, la religión, la naturaleza y el amor. Como lo
tuvo Don Juan. Así, Raskolnikov consigue rehumanizarse por el amor
sincero y sin condiciones ni recepciones de Sonia. Consigue volver a
ser humano, rehumanizarse, volver a respirar, y tener la oportunidad
de escribir otra historia, otra novela.
Raskolnikov se rehumaniza, El jugador,
El doble, no, acaban en la muerte y la locura, en la soledad, en la
nada.
Primera página de la edición de Cátedra de Crimen y Castigo
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