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sábado, marzo 06, 2010

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El paseo es a la una, si el tiempo no lo impide. Los días de lluvia miro por la ventana el mundo, pero poco rato. Un hombre parado en la ventana parece que no mira el paisaje. Parece que está vigilando. Hoy llueve. No habrá paseo. Habrá que volverse a los papeles, a los libros, rebuscar una vez más en ellos. Recolocar la estantería. Algo que mate este tiempo que nunca es de trabajo. Fuera la lluvia cae sin estrépito. Cae suave y lenta, como si no fuera ese su trabajo, el dejarnos sin pasear, el ser lenta y suave. Una mujer con un paraguas grande, de cuadros, pasa rápido. No es así esta lluvia, esta lluvia apenas si moja. No hace correr. Pero seguro que pude empapar. Me acuerdo de aquellos ojos que me miraban. Aquellos ojos que ya no me miran. Esos sí que caían con estrépito. Hacían ruido. La lluvia empapa tanto el mundo que el agua está rezumando de la tierra. Tus ojos me empapaban a mí. ¿Por qué los días de lluvia me acuerdo tanto de estas cosas? ¿Por qué pienso tanto en ti? Y se me ocurre la pregunta que no es mía, pero que siempre pienso cuando llueve, y pienso en ti, ¿lluvia aquí, y allí dónde tú estás?


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