Las apariencias engañan. Aquella mujer era tan alta, tan guapa, tan rubia. Tenía los labios tan rojos, el escote tan turgente. Tenía el sueño contenido en todos los poros de su piel. Era el sueño hecho carne. Y estaba delante de nosotros.
Fue Felipe para allá. No vestía espectacular. Era recatada. Mejor. Felipe volvió con una negativa rotunda. Pero me ha hablado bien, pero me he sentido bien, dijo Felipe.
Me sonrió, me acerqué. Me contó muchas cosas. Todas sobre el hombre que amaba. No me gustó nada cómo sonaba todo aquello. Le quería mucho. Se había entregado a él. Me asusté. Soy monja me dijo. Me enamoré de ella.
Fue Felipe para allá. No vestía espectacular. Era recatada. Mejor. Felipe volvió con una negativa rotunda. Pero me ha hablado bien, pero me he sentido bien, dijo Felipe.
Me sonrió, me acerqué. Me contó muchas cosas. Todas sobre el hombre que amaba. No me gustó nada cómo sonaba todo aquello. Le quería mucho. Se había entregado a él. Me asusté. Soy monja me dijo. Me enamoré de ella.
¡Tristeza de amor!
2 comentarios:
Que bueno si sr!!!
Un saludo
Caminos amigos me han traído hasta aquí. Te felicito por el relato.
Publicar un comentario