A Fran Pajarón, en el lado oscuro
Sin saber por qué Rubén y Mateo están hablando de la virtud. De la bondad. De qué es ser bueno, de cómo se llega a la virtud. Mateo habla de llegar a la virtud desde la maldad, ascender tras una catarsis. Nunca se ha sentido mejor que después de hacer un acto rastrero y bajo, más dispuesto y más necesitado de ser bueno. Y nunca lo ha conseguido durante tanto tiempo como cuando ha sido rastrero.
Rubén, siempre optimista, piensa y habla de llegar a la virtud a través de la luz, del conocimiento y la consciencia. El autocontrol. La vida recta. Las acciones naturales y necesarias. Pero es tan difícil dice Rubén. Sacar toda esa parte divina que llevamos y hacerla funcionar. Estoy siendo malo, ha dicho Rubén. Estoy dudando de Laura.
Mateo por fin ve llegar lo que esperaba, lo que seguramente era necesario. ¿Por qué? Le ha preguntado a Rubén. Y él ha dicho: yo no sé si la quiero o no la quiero, estoy casi seguro de que no, pero no sé por qué, dudo de que ella me quiera a mí. Y esa sensación me perturba. Yo siempre he querido que me quiera. Si no me quiere, si no me quiere, en realidad no pasa nada si no me quiere, pero yo quiero que lo haga, necesito seguramente de ello. Aunque sea para romper lo nuestro.
Mateo se ha dicho que a través de estas preguntas sí que puede Rubén llegar a una respuesta, a su respuesta, a la que busca desde hace tanto tiempo. Ha dicho: ¿Y si la quieres? Ese puede ser todo tu problema, que la quieras. Y todo lo demás un recubrimiento, una simple duda. O un final que lleva al mismo principio. Una prueba del eterno retorno. Ya sabes.
Y Rubén sí que sabe porque Mateo habla del eterno retorno, de la repetición de las cosas, de que la destrucción no sirve de nada porque todo se reconstruirá de una manera similar, o de la misma manera pero con distinta gente que se parecerá mucho a la de ahora.
Rubén entiende lo que dice. Su amor se ha terminado. Pero va a volver a empezar. Como todo lo natural ha muerto. Y volverá una vez más a empezar. Sólo hay que esperar que todo se termine del todo, que el proceso acabe y después volver a iniciarlo y al igual que todo su amor se restablecerá, su vida se restablecerá. Así que va a esperar.
Rubén, siempre optimista, piensa y habla de llegar a la virtud a través de la luz, del conocimiento y la consciencia. El autocontrol. La vida recta. Las acciones naturales y necesarias. Pero es tan difícil dice Rubén. Sacar toda esa parte divina que llevamos y hacerla funcionar. Estoy siendo malo, ha dicho Rubén. Estoy dudando de Laura.
Mateo por fin ve llegar lo que esperaba, lo que seguramente era necesario. ¿Por qué? Le ha preguntado a Rubén. Y él ha dicho: yo no sé si la quiero o no la quiero, estoy casi seguro de que no, pero no sé por qué, dudo de que ella me quiera a mí. Y esa sensación me perturba. Yo siempre he querido que me quiera. Si no me quiere, si no me quiere, en realidad no pasa nada si no me quiere, pero yo quiero que lo haga, necesito seguramente de ello. Aunque sea para romper lo nuestro.
Mateo se ha dicho que a través de estas preguntas sí que puede Rubén llegar a una respuesta, a su respuesta, a la que busca desde hace tanto tiempo. Ha dicho: ¿Y si la quieres? Ese puede ser todo tu problema, que la quieras. Y todo lo demás un recubrimiento, una simple duda. O un final que lleva al mismo principio. Una prueba del eterno retorno. Ya sabes.
Y Rubén sí que sabe porque Mateo habla del eterno retorno, de la repetición de las cosas, de que la destrucción no sirve de nada porque todo se reconstruirá de una manera similar, o de la misma manera pero con distinta gente que se parecerá mucho a la de ahora.
Rubén entiende lo que dice. Su amor se ha terminado. Pero va a volver a empezar. Como todo lo natural ha muerto. Y volverá una vez más a empezar. Sólo hay que esperar que todo se termine del todo, que el proceso acabe y después volver a iniciarlo y al igual que todo su amor se restablecerá, su vida se restablecerá. Así que va a esperar.
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