Laura está notando algo diferente en Rubén. Ya no es el que fue. No sabe cómo explicarlo. Se conocen hace tanto, llevan juntos tanto tiempo que ha habido muchos Rubén igual que debe haber habido muchas Laura.
Pero este tiene algo distinto al que fue durante más tiempo al menos. Este, aunque Laura aún no la ha notado, se parece mucho al primer Rubén, al que estaba seguro de sí mismo, de que se enamorarían, de acabarían compartiendo gran parte de la vida.
Laura observa a Rubén. Busca el momento mejor para decirle que ya no le quiere, para decirle, si se atreve, que hay otro, que otro está ahora ocupando su lugar, otro ocupa su corazón y su cuerpo. Son palabras duras. Pero ha de hacerlo. Es, como ya dijo antes, el último acto de amor que hará por Rubén.
De tanto observarle, de buscar el momento bueno para decirle esas cosas, Laura está descubriendo en él cosas distintas. Incluso está reflexionando sobre el que ha sido los últimos meses, estos meses que a ella se le han pasado volando. Ese Rubén de los últimos meses, despistado en exceso, durmiendo a todas horas en el sofá, revolviendo papeles en el desván, no este Rubén. Este es distinto.
Laura no suele preguntarse por qué suceden las cosas. No normalmente. Su mente es menos analítica. Lo que hace es buscar la forma de amoldarse a las situaciones. Y así está haciéndolo ahora. Está viendo como es este otro Rubén que ha brotado del otro, del aburrido y durmiente y cansado Rubén.
Incluso está notando que está más fuerte. Y ayer le vio sonreír de verdad mientras tenía los auriculares puestos. Piensa ahora en que hacía mucho que no le veía sonreír así, de verdad con esas ganas. Ni siquiera con su programa de radio.
Hay algo enigmático en todo esto. Y la curiosidad de Laura va viéndose picada. A pesar de todo. De su falta de preguntas. De su espíritu poco analítico, poco crítico. No sabe a qué se debe. Y no importa eso. No del todo. Pero sí le importa dónde parara todo. Qué sucederá. A dónde llegará Rubén. Y qué hará entonces. Ha decidido esperar un poco. Ver qué pasa. Una semanas más no le harán daño a nadie.
Pero este tiene algo distinto al que fue durante más tiempo al menos. Este, aunque Laura aún no la ha notado, se parece mucho al primer Rubén, al que estaba seguro de sí mismo, de que se enamorarían, de acabarían compartiendo gran parte de la vida.
Laura observa a Rubén. Busca el momento mejor para decirle que ya no le quiere, para decirle, si se atreve, que hay otro, que otro está ahora ocupando su lugar, otro ocupa su corazón y su cuerpo. Son palabras duras. Pero ha de hacerlo. Es, como ya dijo antes, el último acto de amor que hará por Rubén.
De tanto observarle, de buscar el momento bueno para decirle esas cosas, Laura está descubriendo en él cosas distintas. Incluso está reflexionando sobre el que ha sido los últimos meses, estos meses que a ella se le han pasado volando. Ese Rubén de los últimos meses, despistado en exceso, durmiendo a todas horas en el sofá, revolviendo papeles en el desván, no este Rubén. Este es distinto.
Laura no suele preguntarse por qué suceden las cosas. No normalmente. Su mente es menos analítica. Lo que hace es buscar la forma de amoldarse a las situaciones. Y así está haciéndolo ahora. Está viendo como es este otro Rubén que ha brotado del otro, del aburrido y durmiente y cansado Rubén.
Incluso está notando que está más fuerte. Y ayer le vio sonreír de verdad mientras tenía los auriculares puestos. Piensa ahora en que hacía mucho que no le veía sonreír así, de verdad con esas ganas. Ni siquiera con su programa de radio.
Hay algo enigmático en todo esto. Y la curiosidad de Laura va viéndose picada. A pesar de todo. De su falta de preguntas. De su espíritu poco analítico, poco crítico. No sabe a qué se debe. Y no importa eso. No del todo. Pero sí le importa dónde parara todo. Qué sucederá. A dónde llegará Rubén. Y qué hará entonces. Ha decidido esperar un poco. Ver qué pasa. Una semanas más no le harán daño a nadie.
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