Desde aquel primer acto de amor Laura va ciertos días a casa de Luis. Allí repiten ese acto de amor, no la candidez y la calidez de la primera vez, pero sí con la misma pasión y la misma entrega. Laura sigue sin ver nada malo en esos actos. Son sólo amor materializado. Su único problema al respecto es Rubén.
Es decirle a Rubén que ya no le quiero. Ese será el último acto de amor que hará por él. Después de todos los demás que ha hecho. Después de quererle tanto y por tantas causas. Pero Laura no sabe cómo decirle esas palabras, como introducir ese tema en la conversación.
Aún así Laura no está preocupada. Tiene tiempo, se dice, para hacerlo. Así que lo hará con calma, en el momento adecuado. Tal vez la situación se preste sola y el momento le venga dado.
Como tiene que hacerlo Laura se fija más ahora en Rubén. En qué hace, cuándo lo hace, con que motivación lo hace. Sabe, lleva años con él, interpretar casi todos sus gestos y sus palabras. Y son casi todas porque lo mejor de Rubén es que nunca deja de sorprenderla. Sabe que siempre se saca algo de la manga, un truquito, una palabra distinta, una forma rara de ver las cosas que siempre ha llegado directamente al corazón de Laura.
Eso siempre le ha impresionado de él. La capacidad para sorprender. No sólo a ella, que le conoce y sabe cómo es, sino a cualquiera. A todos sus conocidos. Su capacidad para montar teorías rápidamente. Para definir cosas de una manera sorprendente. Para ver lo peor o lo mejor de algo y saber expresarlo en dos palabras.
Y su capacidad para hacerse nuevo también por fuera. Sin cambiar de aire y de peinado, manteniéndose fuera de normas o modas. Siempre aparentemente igual, pero distinto en pequeños detalles que hacen un momento encantador.
Se le hace difícil a Laura, viendo a Rubén, sabiendo a Rubén, decirle que ya no le quiere, que tiene a otro mejor. Pero sabe que tiene que hacerlo. Y que Rubén no protestará ni hará nada, porque siempre se lo dijo, si encuentras otro mejor la puerta está abierta. Sólo dímelo.
Sólo decírselo, eso ha de hacer Laura.
Es decirle a Rubén que ya no le quiero. Ese será el último acto de amor que hará por él. Después de todos los demás que ha hecho. Después de quererle tanto y por tantas causas. Pero Laura no sabe cómo decirle esas palabras, como introducir ese tema en la conversación.
Aún así Laura no está preocupada. Tiene tiempo, se dice, para hacerlo. Así que lo hará con calma, en el momento adecuado. Tal vez la situación se preste sola y el momento le venga dado.
Como tiene que hacerlo Laura se fija más ahora en Rubén. En qué hace, cuándo lo hace, con que motivación lo hace. Sabe, lleva años con él, interpretar casi todos sus gestos y sus palabras. Y son casi todas porque lo mejor de Rubén es que nunca deja de sorprenderla. Sabe que siempre se saca algo de la manga, un truquito, una palabra distinta, una forma rara de ver las cosas que siempre ha llegado directamente al corazón de Laura.
Eso siempre le ha impresionado de él. La capacidad para sorprender. No sólo a ella, que le conoce y sabe cómo es, sino a cualquiera. A todos sus conocidos. Su capacidad para montar teorías rápidamente. Para definir cosas de una manera sorprendente. Para ver lo peor o lo mejor de algo y saber expresarlo en dos palabras.
Y su capacidad para hacerse nuevo también por fuera. Sin cambiar de aire y de peinado, manteniéndose fuera de normas o modas. Siempre aparentemente igual, pero distinto en pequeños detalles que hacen un momento encantador.
Se le hace difícil a Laura, viendo a Rubén, sabiendo a Rubén, decirle que ya no le quiere, que tiene a otro mejor. Pero sabe que tiene que hacerlo. Y que Rubén no protestará ni hará nada, porque siempre se lo dijo, si encuentras otro mejor la puerta está abierta. Sólo dímelo.
Sólo decírselo, eso ha de hacer Laura.
1 comentario:
Hay que decir lo que pasa, las relaciones son un coñazo por eso..
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