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sábado, octubre 10, 2009

CONDUCIENDO

Rubén conduce pensando en el pasado. Piensa en María. En cómo quería él a María. Y en cómo María nunca le quiso. Piensa en qué habría sido de su vida si María sí le hubiera querido. Y piensa en Laura. Cada vez más tiende a comparar a Laura con María, el amor de Laura con el amor de María.
María nunca le quiso. Laura le quiere. Laura comparte su vida con él. se casó con él. a pesar de todo. A pesar de él mismo que siempre acaba por romper las cosas, por fastidiarlas de alguna manera. Pero sigue pensando en María.
Los kilómetros pasan. No muy rápido. Rubén piensa, conduce, cambia de marcha, baja la radio, a veces se le escapa una palabra en voz alta. Lo cierto piensa Rubén, es que no pienso últimamente en Laura, en qué le pasa, qué hace, cómo está Laura, sino en la imagen de Laura, en el concepto Laura.
Y tampoco pienso en María, sino en el concepto María. Y comparo ambos conceptos como si realmente fueran algo distinto, pero no tengo muy claro que sean algo distinto. ¿En qué diferencio a una de la otra? No lo sé. No sé en qué las diferencio. En que diferencio su amor, la forma en que quiero a una y he querido a otra. La pregunta es la misma de siempre ¿quiero a Laura de una manera distinta a como quise a María? ¿Se puede hacer eso? ¿Querer a alguien de otra manera a como se quiere a otra? Hablo, claro está, de un amor carnal y sexual, de un amor no amistoso, sino, en toda su extensión, erótico.
Pero sigue Rubén sin encontrar la respuesta a esa pregunta, a si quiere a Laura de una forma distinta a como quiso a María. De si quiso más a una. De si quiere más a la otra. De si sigue queriendo de alguna forma a María.
Sigue pensando en el dichoso poema que nunca le ha escrito a Laura, en todos los poemas, palabras, sentimientos, mentiras, al fin y al cabo que le escribió a María. ¿Y si fuera eso? ¿Y si fuera que a Laura no puedo mentirla?
Tal vez ahí esté la diferencia entre la forma de querer a una y la forma de querer a la otra, en que a una la mentí y a la otra no puedo mentirla.
Pero, entonces, por qué sigo pensando en ambas. Porque no me quito a María de la cabeza. Y por primera vez en mucho tiempo se le pasó esa idea por la cabeza ¿Y si he dejado de querer a Laura?


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