Rubén observa a Laura. Mira sus gestos, sus acciones, sus comportamientos. Mide sus palabras. Sus sonrisas. Ve actos espontáneos. De repente sonríe sin motivo. Mira lejos. Seguro que es un recuerdo. Que piensa en él. Rubén ha asumido que Laura no sólo tiene un amante, que hay otro, también ha asumido que a ese otro sí le quiere, que está enamorada de él. Que lo que está haciendo es lo que ella podría llamar un acto de amor. Y sabe que no va contra él. Que no va contra Rubén. Que es sólo una forma de demostrar el amor que tiene por ese otro y que tiene ya siente por él.
Rubén la mira tierno. Le gusta verla tan contenta. Tan risueña. Aunque con él cambie la cara. Se lo ha dicho. Me gusta cuando estás contenta, cuando eres feliz. Y ella se ha puesto roja y ha salido rápido pero no demasiado de la habitación. Rubén se ha sonreído. Sabe que va perdiendo.
Ha de conseguir que esté contenta por él. Y tiene que conseguirlo él. No valdrá hacerlo de otra manera. No le echará en cara nada. No le dirá que lo sabe. Da igual saberlo o no saberlo. Ella ya no le quería y está actuando en consecuencia. No ha usado la palabra perdón, porque realmente no tiene nada que perdonarla, se dice. Ha de recuperarla, y tiene que empezar ya.
Sabe que nunca ha sido un hombre tierno. Por eso no puede serlo ahora tampoco. Y que muchas de las cosas que tenían las habrán perdido irremisiblemente. Pero tiene otras cosas, tiene su palabra, sus ocurrencias, su capacidad para hacerla reír. Por ahí quiere empezar por hacer que Laura se ría con él, de él. Siempre es él mismo el principal personaje de sus comedias, de sus chistes. Y ahora será igual. La hará reír para que vuelva a ver a parte del Rubén que fue.
Y luego tendrá, como tantas otras veces, que improvisar. Tendrá que inventarse a sí mismo según vaya avanzando. Tendrá que ir haciéndose para ella hasta que pueda volver a ser él mismo y ella esté otra vez enamorada de él.
El problema ahora es cómo hacer eso, cómo conseguir que ella se ría, cómo compartir el tiempo necesario para eso, sin violentarla, sin enfadarla porque rompa sus citas o su relación con el otro. Poco tiempo está Laura quieta en casa. Tiene, continuamente, citas de trabajo, cursos, actividades que hacer por la tarde. Ese el primer paso. Encontrarse con ella. Como la primera vez tuvo que esperarla en los ascensores de aquel edificio durante horas. Así comenzará el nuevo amor. Así es que habrá que empezar a contarlo.
Rubén la mira tierno. Le gusta verla tan contenta. Tan risueña. Aunque con él cambie la cara. Se lo ha dicho. Me gusta cuando estás contenta, cuando eres feliz. Y ella se ha puesto roja y ha salido rápido pero no demasiado de la habitación. Rubén se ha sonreído. Sabe que va perdiendo.
Ha de conseguir que esté contenta por él. Y tiene que conseguirlo él. No valdrá hacerlo de otra manera. No le echará en cara nada. No le dirá que lo sabe. Da igual saberlo o no saberlo. Ella ya no le quería y está actuando en consecuencia. No ha usado la palabra perdón, porque realmente no tiene nada que perdonarla, se dice. Ha de recuperarla, y tiene que empezar ya.
Sabe que nunca ha sido un hombre tierno. Por eso no puede serlo ahora tampoco. Y que muchas de las cosas que tenían las habrán perdido irremisiblemente. Pero tiene otras cosas, tiene su palabra, sus ocurrencias, su capacidad para hacerla reír. Por ahí quiere empezar por hacer que Laura se ría con él, de él. Siempre es él mismo el principal personaje de sus comedias, de sus chistes. Y ahora será igual. La hará reír para que vuelva a ver a parte del Rubén que fue.
Y luego tendrá, como tantas otras veces, que improvisar. Tendrá que inventarse a sí mismo según vaya avanzando. Tendrá que ir haciéndose para ella hasta que pueda volver a ser él mismo y ella esté otra vez enamorada de él.
El problema ahora es cómo hacer eso, cómo conseguir que ella se ría, cómo compartir el tiempo necesario para eso, sin violentarla, sin enfadarla porque rompa sus citas o su relación con el otro. Poco tiempo está Laura quieta en casa. Tiene, continuamente, citas de trabajo, cursos, actividades que hacer por la tarde. Ese el primer paso. Encontrarse con ella. Como la primera vez tuvo que esperarla en los ascensores de aquel edificio durante horas. Así comenzará el nuevo amor. Así es que habrá que empezar a contarlo.
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