Como la vida se va haciendo larga va siendo hora de hacer en ella. Así que hemos decidido, Felipe y yo, que va siendo hora de que ocupemos en algo nuestro numeroso tiempo libre. Hace ya varios meses que no trabajamos y que vivimos un poco de lo que le sisamos a mi madre del pan y otro poco de lo que robamos en una esquina de la ciudad. No sé cómo es posible que nadie se haya dado cuenta de que no tenemos pistola. De que son sólo dos dedos.
Como un día robamos una guitarra y Felipe no tiene mal oído, hemos decidido dedicarnos a la música. No somos unos gafapasta, ni unos modernos, no somos rockeros, ni poppies. Lo único que nos mueve en la música es el dinero. Como debe ser.
Yo compongo las canciones y las canto, porque tengo una voz armónica. Felipe toca y compone la música. Nos salen canciones tristes, pero a las mujeres les encantan. Nos han contratado en un club, para amenizar la borrachera de los clientes. Se supone que debíamos tocar el piano y mientras yo cantar subido en el susodicho instrumento. Pero no estamos para tonterías, así que llevamos la guitarra y cantamos de manera normal.
La gente nos paga una propina y el del garito nos da bebida. No vamos a hacernos ricos, pero mira, algo vamos ganando. Además nos hacemos atractivos para las mujeres. Sobre todo Felipe. Yo no termino de ser convincente. Y siempre acaba él con las dos, mientras yo compongo otra letra triste.
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