Rubén no encuentra el resorte para acercarse a Laura. No sabe cómo hacerlo. Piensa y piensa mirando el cuadro del salón pero no se le ocurre nada. No sabe qué hacer. Tiene la idea de que esta Laura ya no es como era, que tiene que hacer algo distinto a lo que ya hizo. Pero no sabe qué. Y ya no lo conoce como antes.
Pasea por su habitación mirando su ropa. Pone en fila sus blusas, sus jerseys, sus chaquetas, saca algunos zapatos. Observa, furtivamente, los cajones con la ropa interior. Saca el pijama. Todo huele a Laura piensa. Se está poniendo poético. Pero no se trata ya de escribir el poema para Laura. Aunque cree que tampoco podría ahora. Tal vez sea eso, se dice, cuando pueda escribirle el poema, ese será el momento.
Como ese momento aún no ha llegado Rubén se concentra en todo lo demás. Sabe que no puede usar golpes de efecto. Serían demasiado llamativos. Viajes. Cenas románticas. Regalos. De momento ha de proceder con ella como si fuera una extraña, como si no la conociera. Primero tiene que conocerla, hacerse notar. Que ella también se fije en él y luego seguir hasta conseguirlo. Si es que puede conseguirlo.
¿Cómo hacer para conocer a la mujer que duerme junto a él? No se imagina nada. Así que Rubén va a dedicar el tiempo a escucharla. A hacerla hablar, es lo único que se le ocurre. Volver a saber su vida. Así podrá encontrar conversaciones, buscar lo que siempre le da resultado, el humor.
Los últimos días Rubén ha escuchado todo lo que Laura ha dicho dentro de la casa. Y también le ha preguntado cosas. Necesita saber más. Ana y Joaquín están muy contentos juntos. La oficina está hecha un desastre. Mi madre no soporta más al gato, se asfixia por la maldita alergia. Rubén está entrado otra vez en su vida. Y eso necesita. La vida pequeña de Laura. Luego, ya verá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario