Rubén se siente observado. Desde que sabe que otros lo saben, que otros saben que Laura tiene a otro, ama a otro, cree que todos le miran, que todos le piden algo. Le piden que se entere. O que grite. O que busque y golpee, que busque y destruya. Pero Rubén no va a hacer eso. No va a destruir nada.
Odia sentirse observado, pero no puede evitarlo. Cree que todos murmuran, que todos hablan de su vida. Lo toma con resignación. Qué se le va a hacer. Es la realidad, hay que afrontarla. A Rubén no le preocupa quién sea el otro, cómo sea, qué diga. Sólo le preocupa Laura. Por momentos duda de su teoría del retorno, de que ella ha de volver a quererle igual que él vuelve a quererla. Pero Laura está feliz y en cualquier caso un incumplimiento de esa teoría sería un éxito si ella es feliz.
No sería feliz con él y eso sería duro. Habría que asumirlo. Correr muchas muchas horas pensando en ello. Pasar muchas horas mirando el cuadro del salón pensando en ello. Pero si Laura es feliz, si la mujer a la que ha querido y quiere y habrá de querer siempre todo será bueno.
Rubén habla con Mateo el asunto. Le ha preguntado si él ya lo sabía. Y sí lo sabía, antes de que pasara. Sabía que eso habría de pasar. Y ahora, qué, le ha preguntado Rubén. Ahora, nada, ahora lo mismo que antes. Seguir tu camino. Si quieres volver, si quieres marcharte, simplemente lo mismo, esto no cambia nada. No para mí. ¿Y la gente? Qué importa la gente. Además Laura es discreta, dudo de que lo sepa demasiada gente. Nadie hablará de ti, y qué más da si lo hacen, tú haces lo que debes no lo que quieren. No es una votación, es una decisión.
Rubén lo tiene claro. Esto no ha de cambiar nada. Por más que haya murmullos, que los demás digan. Por más que sepan. Es cierto que esto no va a cambiar su amor por Laura. Y si esto no va a suceder, qué más da todo. Lo importante es que Laura le quiera, que estén juntos. Saber hacer cierta la teoría, que el retorno se produzca. Y el plan es el mismo. Observar, preparar, quererla. Lo hizo una vez, ha de volver a hacerlo. Ahora hay otro, sí, pero no importa. Eso se dice Rubén. Aunque a ratos, no puede creerse a sí mismo.
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