No ha querido saber pero lo sabe. Rubén lo sabe. Laura no se lo ha dicho, pero él lo sabe. Nadie se lo ha dicho, ha sido una conclusión lógica, ha sido el final de un pensamiento ordenado, la concatenación lógica de los sucesos ha llevado a eso. Si ella le quería pero ya no le quiere, es que era infeliz. Si era infeliz ha debido procurarse la felicidad en otro lado. Si ahora está feliz es que ha encontrado esa felicidad. Y si Rubén no se la está dando es otro el que está haciendo feliz a Laura.
El primero golpe ha sido duro. Pensar en Laura con otro hombre, no tanto tocando y siendo tocada por otro hombre, sino siendo contentada, haciéndola reír, impresionándola, hablándola tierna o al menos certeramente, ha sido difícil de asumir.
Pero se ha dado cuenta Rubén de que lo tenía previsto, de que tal vez ya lo sabía, no con un conocimiento consciente, sino de una manera inconsciente, que ese pensamiento, esa realidad ya estaban en él, esperando a salir, y que sólo ha hecho falta juntar dos ideas y la conclusión ha sido la esperada.
Se ha sentado Rubén toda la tarde en el despacho. Lleva horas escuchando la misma canción. A veces la canta. A veces la grita. A veces no la oye. Es una canción lenta, inglesa. Una canción que tal podría bailar con Laura. Siempre ha soñado bailar con Laura, pero nunca lo ha hecho.
Se pregunta quién, cómo, dónde, pero siempre se responde “yo”. Sabe o intuye que la culpa es suya, que el culpable de la infidelidad de Laura, de que Laura haya ido a otro lado es él. Pero no se maldice. Ya lo ha hecho bastante. Se centra en asumir la realidad. En ver cómo va a arreglarlo, cómo alterara esto su plan de volver a empezar.
Si el culpable es él no tiene nada que reprocharle a Laura, ni nada que reprocharle al amante. Nada que perdonarle. Nada de que acusarla. El culpable es él. Y la cuestión es cómo va a perdonarse.
Y su otro problema, quizá el más grave, pero en el que ahora no puede pensar porque está bloqueado por la culpa y, aunque no lo diga, por el dolor, es qué supondrá esto. Si estará Laura o no enamorada. Si le hará esto más difícil su idea. Si ya no podrá, aunque quiera, volver a empezar.
El primero golpe ha sido duro. Pensar en Laura con otro hombre, no tanto tocando y siendo tocada por otro hombre, sino siendo contentada, haciéndola reír, impresionándola, hablándola tierna o al menos certeramente, ha sido difícil de asumir.
Pero se ha dado cuenta Rubén de que lo tenía previsto, de que tal vez ya lo sabía, no con un conocimiento consciente, sino de una manera inconsciente, que ese pensamiento, esa realidad ya estaban en él, esperando a salir, y que sólo ha hecho falta juntar dos ideas y la conclusión ha sido la esperada.
Se ha sentado Rubén toda la tarde en el despacho. Lleva horas escuchando la misma canción. A veces la canta. A veces la grita. A veces no la oye. Es una canción lenta, inglesa. Una canción que tal podría bailar con Laura. Siempre ha soñado bailar con Laura, pero nunca lo ha hecho.
Se pregunta quién, cómo, dónde, pero siempre se responde “yo”. Sabe o intuye que la culpa es suya, que el culpable de la infidelidad de Laura, de que Laura haya ido a otro lado es él. Pero no se maldice. Ya lo ha hecho bastante. Se centra en asumir la realidad. En ver cómo va a arreglarlo, cómo alterara esto su plan de volver a empezar.
Si el culpable es él no tiene nada que reprocharle a Laura, ni nada que reprocharle al amante. Nada que perdonarle. Nada de que acusarla. El culpable es él. Y la cuestión es cómo va a perdonarse.
Y su otro problema, quizá el más grave, pero en el que ahora no puede pensar porque está bloqueado por la culpa y, aunque no lo diga, por el dolor, es qué supondrá esto. Si estará Laura o no enamorada. Si le hará esto más difícil su idea. Si ya no podrá, aunque quiera, volver a empezar.
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