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domingo, enero 04, 2009

OPTIMISTA

No había manera de acabar con él, con su fe, con su esperanza. Tenía un temperamento irredento, siempre hacia delante, siempre paciente, siempre esperanzado, esperando. Era un optimista. Pero un optimista convencido, de los buenos, de los que siempre creía que se podría, que un día sucedería, que la esperanza, por mínima que fuera, siempre era enorme.
Tenía esperanza y fe en sus amigos, en su trabajo, en su equipo. Tenía fe en la vida, en que al final no era tan mala, era mejor de lo que parecía, de lo que los demás la veían. Era un optimista.
Y nunca creyó en la derrota. Ni cuando esta se producía, siempre esperaba una remontada, o tenía la convicción de que aquello era una batalla, pero ganaría la guerra.
Eso mismo fue lo que acabó con él, su optimismo exagerado, su enorme entusiasmo, su fe sin fisuras. Todo eso no hacía más que esconder la realidad: su equipo siempre perdía, su trabajo era malo, sus amigos no le querían, la mujer a la que amaba nunca le amaría. Pero él siempre quiso ver otra realidad, hasta que el optimismo, demasiado crecido, acabó con él.
Porque su realidad, siempre brillante, no era la cierta, y cuando chocó con la verdadera la víctima fue él.

Optimismo

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