La historia es mucho más larga de lo que se cuenta. Todos sabemos “Tres tristes tigres comen trigo en un trigal” pero nadie nos aclara por qué están tristes los tigres. Por qué esos tigres se han hecho vegetarianos. Por qué son tres y no trescientos o sólo uno.
La historia es mucho más larga. Al principio eran siete tigres. Pero de esos tigres, que vivían en la selva y no en un trigal, uno murió de la impresión. De un susto. Me vio un día aparecer en la selva. Yo llevaba, como siempre, mi libreta de notas y mi cámara fotográfica. Y el tigre, vaya usted a saber por qué, se murió al verme.
Otro tigre murió poco después. Huía al haber oído mis pasos. Yo por entonces era un emérito viajante del National Geographic y hacía un viaje por la India salvaje. El tigre intuyó que yo llegaba y no sé por qué echó a correr. Con tan mala suerte que se cayó por un precipicio.
Otros dos tigres murieron juntos. Intentaron comerme. Se abalanzaron sobre mí, pero al clavar, superficialmente, sus garras uno y sus dientes otro en mi carne cayeron fulminados al instante. No sé la razón. Pero desde entonces se utiliza mi sudor para hace repelente de tigre. Y funciona.
Quedaban esos tres tigres. Solos. Sin sus hermanos. Eran pequeños y jóvenes. Me los llevé conmigo (El trabalenguas decía “Tres tristes tigres comen contigo (yo) en un trigal” pero luego se cambió). Yo soy de un pequeño pueblo de Iowa donde tengo unas tierras bastantes grandes. Y allí llevé a los tigres.
Ellos se metieron en el trigal desde el principio. Les encantaba. Y a mí me alergia. Saben que no puedo acercarme a ese lugar. Creo que por eso nunca salen. Y se alimentan del trigo. Porque no quieren verme. Les doy miedo.
¿Por qué están tristes? Porque están conmigo (“Tres tristes tigres contigo en un trigal” es la otra versión primera del acertijo). Y saben que yo puedo aparecer en cualquier momento. Yo les quiero mucho por eso no les molesto. Aunque la verdad, me fastidia bastante lo del trabalenguas. Deberían pagarme derechos los de las sociedades de autores.
La historia es mucho más larga. Al principio eran siete tigres. Pero de esos tigres, que vivían en la selva y no en un trigal, uno murió de la impresión. De un susto. Me vio un día aparecer en la selva. Yo llevaba, como siempre, mi libreta de notas y mi cámara fotográfica. Y el tigre, vaya usted a saber por qué, se murió al verme.
Otro tigre murió poco después. Huía al haber oído mis pasos. Yo por entonces era un emérito viajante del National Geographic y hacía un viaje por la India salvaje. El tigre intuyó que yo llegaba y no sé por qué echó a correr. Con tan mala suerte que se cayó por un precipicio.
Otros dos tigres murieron juntos. Intentaron comerme. Se abalanzaron sobre mí, pero al clavar, superficialmente, sus garras uno y sus dientes otro en mi carne cayeron fulminados al instante. No sé la razón. Pero desde entonces se utiliza mi sudor para hace repelente de tigre. Y funciona.
Quedaban esos tres tigres. Solos. Sin sus hermanos. Eran pequeños y jóvenes. Me los llevé conmigo (El trabalenguas decía “Tres tristes tigres comen contigo (yo) en un trigal” pero luego se cambió). Yo soy de un pequeño pueblo de Iowa donde tengo unas tierras bastantes grandes. Y allí llevé a los tigres.
Ellos se metieron en el trigal desde el principio. Les encantaba. Y a mí me alergia. Saben que no puedo acercarme a ese lugar. Creo que por eso nunca salen. Y se alimentan del trigo. Porque no quieren verme. Les doy miedo.
¿Por qué están tristes? Porque están conmigo (“Tres tristes tigres contigo en un trigal” es la otra versión primera del acertijo). Y saben que yo puedo aparecer en cualquier momento. Yo les quiero mucho por eso no les molesto. Aunque la verdad, me fastidia bastante lo del trabalenguas. Deberían pagarme derechos los de las sociedades de autores.
2 comentarios:
y si no hbieran sido tres tristes tigres??
pues no comerian trigo en un trigal
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