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sábado, mayo 30, 2009

LA HORA CORRECTA

Evidentemente aquel día salí de casa a la hora incorrecta. Dos calles más allá de mi puerta me encontré con aquella mujer. Iba con un hombre al que conocía. Sentí celos de él. Me la presentó. Nunca olvidé su nombre. Hablamos mucho, durante todo el rato. Me ofreció acompañarles en unas tareas.
No pude negarme. Fui con ellos. Cada sentía más celos de aquel hombre. Y también un poco de admiración por tener a una mujer como esa. Le miraba y lo pensaba. Ella me miraba y sonreía. Cuando él entró en el edificio de oficinas ella se quedó sola conmigo. Hablamos más y mejor. Se reía.
Es una pena pensaba. Está casada con este hombre. Al final nos despedimos. De los celos pase a la admiración sincera. Era un gran tipo si tenía una mujer así y era capaz de hacer que ella le quisiera como le quería.
Evidentemente aquel día salí de casa a la hora correcta. Dos calles más allá de mi puerta me encontré con aquella mujer. Iba sola. No sabía cómo abordarla. Pero no hizo falta. Ella vino a mí. Me preguntó unas direcciones. Me ofrecía a acompañarla ya que una de ellas era la oficina donde yo trabajaba.
No me esforcé por ser simpático, pero lo fui a la vista de cómo sonreía y reía. No tenía anillo de casada. Pero era improbable que una mujer así estuviera soltera. Aún así probé. Gané. Esa mujer es ahora mi mujer.
La diferencia estuvo sólo en la hora. Era la misma mujer. Sólo que la encontré a otra hora. Y tal ella habría elegido antes otra hora. Y esa hora distinta nos juntó a los dos. Puro azar siempre.


Hora correcta, paisaje

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