Le daba muchas vueltas a la idea. Estaba terminando la novela. Era una buena novela. Todavía le gustaba cuando la leía. Sabía que, dentro de un tiempo, odiaría esa novela como odiaba todas las demás que había escrito y publicado.
Pero esa idea le estaba retrasando en su trabajo, estaba paralizando su trabajo. ¿Qué hacer? Pensó cómo arreglarlo, cómo salir de aquel entuerto en que se había metido. Sabía por otras veces que debía tener mucho cuidado con lo que escribía, que lo que a él le parecía una cosa, y una cosa clara y sin desviaciones posibles de significado, para otros sería una cosa totalmente distinta.
Desde la llegada al poder del general él no había tenido problemas con la policía o la censura. Bien es cierto que su estilo no era meterse en política. Aunque sabía que la política lo rodeaba todo, lo teñía todo. Y más en una situación como aquella.
La censura nunca tachaba sus libros. Era un escritor bien visto. Por ambos bandos. Pues aunque no fuera público los otros también tenían un bando. Y también le leían. Y ahora se encontraba en esa encrucijada.
Sabía por otras veces lo que tenía que hacer. Evitar cualquier enfrentamiento. Pero sabía que eso le estaba llevando por un terreno peligroso. Estaba cambiando sus hábitos, su forma de escribir y de decir para evitar problemas. Incluso llegaba a ver problemas antes de que existieran.
Este era el caso. Estaba convencido de que alguna mente podría ver en uno de sus personajes a alguien de la realidad. Y que esas palabras podrían costarle caro. Por eso estaba corrigiéndose. No le gustaba tener que hacerlo. Ponerse la venda antes que recibir la herida. Pero era lo que tocaba. O eso creía él.
Discutió con su mujer la idea. Y discutió en serio con ella. A ella no le parecía bien aquello. No le gustaba en lo que se estaba convirtiendo él. A él tampoco le gustaba. Esa tensión de no poder decir lo que quisiera por el miedo a las consecuencias imprevisibles. Ese miedo a hacer estallar la realidad, a que todo cambiara para él por el capricho aleatorio de alguien.
Decidió lo mejor para todos, para su mujer, para él, para la realidad que le tocaba vivir. Cambió todo lo que parecía mal. Era el único sistema para al menos seguir escribiendo. Seguir viviendo.
Pero esa idea le estaba retrasando en su trabajo, estaba paralizando su trabajo. ¿Qué hacer? Pensó cómo arreglarlo, cómo salir de aquel entuerto en que se había metido. Sabía por otras veces que debía tener mucho cuidado con lo que escribía, que lo que a él le parecía una cosa, y una cosa clara y sin desviaciones posibles de significado, para otros sería una cosa totalmente distinta.
Desde la llegada al poder del general él no había tenido problemas con la policía o la censura. Bien es cierto que su estilo no era meterse en política. Aunque sabía que la política lo rodeaba todo, lo teñía todo. Y más en una situación como aquella.
La censura nunca tachaba sus libros. Era un escritor bien visto. Por ambos bandos. Pues aunque no fuera público los otros también tenían un bando. Y también le leían. Y ahora se encontraba en esa encrucijada.
Sabía por otras veces lo que tenía que hacer. Evitar cualquier enfrentamiento. Pero sabía que eso le estaba llevando por un terreno peligroso. Estaba cambiando sus hábitos, su forma de escribir y de decir para evitar problemas. Incluso llegaba a ver problemas antes de que existieran.
Este era el caso. Estaba convencido de que alguna mente podría ver en uno de sus personajes a alguien de la realidad. Y que esas palabras podrían costarle caro. Por eso estaba corrigiéndose. No le gustaba tener que hacerlo. Ponerse la venda antes que recibir la herida. Pero era lo que tocaba. O eso creía él.
Discutió con su mujer la idea. Y discutió en serio con ella. A ella no le parecía bien aquello. No le gustaba en lo que se estaba convirtiendo él. A él tampoco le gustaba. Esa tensión de no poder decir lo que quisiera por el miedo a las consecuencias imprevisibles. Ese miedo a hacer estallar la realidad, a que todo cambiara para él por el capricho aleatorio de alguien.
Decidió lo mejor para todos, para su mujer, para él, para la realidad que le tocaba vivir. Cambió todo lo que parecía mal. Era el único sistema para al menos seguir escribiendo. Seguir viviendo.
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