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domingo, mayo 24, 2009

TÁNTALO

Como el mundo es cuestión de perspectiva, de cómo ser mire todo, Tántalo estaba convencido de que lo que le pasaba no podía ser peor. Tanto tiempo sediento y rodeado de agua era cruel hasta para los dioses. Y que nunca le llegara la muerte le parecía intolerable. Llevaba tanto tiempo allí que cada segundo eran todos los segundos, cada movimiento todos los movimientos.
Eso le restaba dolor. Sólo hacía un único y gigantesco movimiento desde que estaba allí. Su vida era ese movimiento y cuando acabara podría al fin descansar. Tántalo era, sí, un optimista. Como su sufrimiento, su castigo le invadía desde hacía tanto había perdido el sentido y hacía lo que hacía sin pensar y de cierta manera sin hacerlo, de un modo mecánico e involuntario. Era como respirar.
Un día Tántalo se dio cuenta de que su castigo se había acabado el día que se había convertido en un movimiento involuntario, en algo siempre igual, en una rutina. No le suponía dolor ni esfuerzo. Era siempre lo mismo. Los hombres a los que Tántalo servía de ejemplo pensaban en su dolor.
Pero a Tántalo ya no le dolía. Simplemente hacía movimientos maquinales. Como respirar. Como hacer circular la sangre por dentro de su organismo. Él no hacía nada. Simplemente era su cuerpo el que se estiraba y se contraía. Nada más.
El resto del tiempo Tántalo simplemente pensaba, buscaba con qué distraerse. No trataba realmente de alcanzar la fruta o el agua. Simplemente hacía lo que se suponía que tenía que hacer. El dolor, la sed hacía tiempo que habían pasado.
Cuando su castigo terminó todos le preguntaban a Tántalo por él. Pero para él no había sido un castigo más que al principio. Luego simplemente había sido una rutina, un hecho cierto. Desde su punto de vista no había sido ni bueno ni malo, simplemente había sido un tiempo que había transcurrido. O que ahora percibía que había transcurrido.
Los otros se escandalizaban de eso. De que su castigo, acabo ya, le hubiera parecido tan poca cosa. Puestos en su piel se veían desesperados intentando suicidarse para acabar con todo. Pero puestos en su piel. No siendo Tántalo.
Como todo es cuestión de perspectiva, Tántalo lo sabía, cuando acabó su castigo lo recordaba a veces con nostalgia. Pensaba que a veces fue feliz buscando el agua y la fruta, ese agua y esa fruta que ahora tomaba cuando quería y sin esfuerzo, y las dejaba a veces de tomar porque no le parecían suficientemente sabrosas sin el aditamento de haber sufrido para cogerlas.
Tántalo, pura perspectiva como todos, sabía lo que era el sufrimiento. Pero nunca se atrevió a definirlo, ni a compararlo con el de los demás. Podía entender el de los otros. Verlo. Sentirlo. Pero no tenía su forma de mirar. Gracias a Dios, decía Tántalo con respecto a esto, ese sí que sería un castigo.

Tántalo que en fugitiva fuente...

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