Cuando uno es joven todo parece más grave, más importante. Todo es muy ofensivo o muy cariñoso, todo es muy emocionante o muy triste, cuando en realidad, y visto con distancia, todo es una tontería.
Los insultos con el chavalín de turno, las notitas cariñosas con la chica del fondo de la clase, el gol aquel que metimos en el patio, la muerte del canario, todo adquiere una trascendencia que no tiene, o mejor dicho, que no debería tener, pues nada es tan grave, nada importa tanto.
Además somos mucho más sentimentales, nos damos a la poesía, poesía ñoña y triste y absurda y escribimos que nunca dejaremos de querer o que no volveremos a querer así o pretendemos morir de amor o pasión. Así nuestro punto de vista es romántico, de romanticismo literario, donde todo es grave y triste y tierno como un anuncio de mimosín.
Nos entregamos así a las garras del romanticismo, leemos y nos gusta una literatura que fuera de esa época pierde todo su sentido. Cumbres Borrascosas, y otra literatura que después es muy difícil de tragar nos parecen cumbres (nunca mejor dicho) de la literatura universal y queremos que lo lean todos y que todos sientan como nosotros.
Gracias a Dios crecemos y después a muchos todo esto nos parece una bacalá infame, una solemne tontería e intentamos leer Cumbres Borrascosas y no hay manera de verle el interés y la gracia. Y se modifica nuestro punto de vista (algunos siguen enganchados a su adolescencia y no dejan el romanticismo ñoño): nos volvemos cínicos, pasados, ambiciosos, insensibles, etc.
A mí me gusta mucho el humorismo, y hasta el cinismo a veces, es un buen punto de vista desde el que mirar y hasta disfrutar del mundo. Todo acaba pareciendo un chiste y eso, aunque a veces causa problemas y es insoportable para los demás, puede llegar a ser genial. Y todo se parece a un episodio de Seinfeld, de Larry David, a un episodio de Mis Memorias de Mihura.
Se queda un poso sentimental, (“pero en el fondo soy un sentimental”) pero es mucho mejor, más animado y queda lo anterior, el resto, la infancia, la adolescencia y el futuro y el presente como algo de lo que disfrutar, de lo que reírse. Y vivir más divertido. Y no ñoño, que es tonto, tonto, como un adolescente eterno. Seguro que conocéis alguno.
Dos postdatas: 1. ¿Cuánto hace que no se actualiza el blog de Creatura Digital? ¿Tenéis excusa aquellos que no ponéis vuestra parte? 2. ¿Nadie sabe, de verdad, quién es ese famoso guionista-director de ciencia ficción que se ha cambiado de sexo y mantiene una relación sado-maso con su ama?
Los insultos con el chavalín de turno, las notitas cariñosas con la chica del fondo de la clase, el gol aquel que metimos en el patio, la muerte del canario, todo adquiere una trascendencia que no tiene, o mejor dicho, que no debería tener, pues nada es tan grave, nada importa tanto.
Además somos mucho más sentimentales, nos damos a la poesía, poesía ñoña y triste y absurda y escribimos que nunca dejaremos de querer o que no volveremos a querer así o pretendemos morir de amor o pasión. Así nuestro punto de vista es romántico, de romanticismo literario, donde todo es grave y triste y tierno como un anuncio de mimosín.
Nos entregamos así a las garras del romanticismo, leemos y nos gusta una literatura que fuera de esa época pierde todo su sentido. Cumbres Borrascosas, y otra literatura que después es muy difícil de tragar nos parecen cumbres (nunca mejor dicho) de la literatura universal y queremos que lo lean todos y que todos sientan como nosotros.
Gracias a Dios crecemos y después a muchos todo esto nos parece una bacalá infame, una solemne tontería e intentamos leer Cumbres Borrascosas y no hay manera de verle el interés y la gracia. Y se modifica nuestro punto de vista (algunos siguen enganchados a su adolescencia y no dejan el romanticismo ñoño): nos volvemos cínicos, pasados, ambiciosos, insensibles, etc.
A mí me gusta mucho el humorismo, y hasta el cinismo a veces, es un buen punto de vista desde el que mirar y hasta disfrutar del mundo. Todo acaba pareciendo un chiste y eso, aunque a veces causa problemas y es insoportable para los demás, puede llegar a ser genial. Y todo se parece a un episodio de Seinfeld, de Larry David, a un episodio de Mis Memorias de Mihura.
Se queda un poso sentimental, (“pero en el fondo soy un sentimental”) pero es mucho mejor, más animado y queda lo anterior, el resto, la infancia, la adolescencia y el futuro y el presente como algo de lo que disfrutar, de lo que reírse. Y vivir más divertido. Y no ñoño, que es tonto, tonto, como un adolescente eterno. Seguro que conocéis alguno.
Dos postdatas: 1. ¿Cuánto hace que no se actualiza el blog de Creatura Digital? ¿Tenéis excusa aquellos que no ponéis vuestra parte? 2. ¿Nadie sabe, de verdad, quién es ese famoso guionista-director de ciencia ficción que se ha cambiado de sexo y mantiene una relación sado-maso con su ama?
2 comentarios:
Muy concreta tu entrada, y de acuerdo en muchos puntos, aunque yo me quedaría con la inocencia de la infancia y la pasión de la adolescencia, ya que muchos al hacerse mayor pierden esa frescura y esa picardia de la juventud, olvidandose de disfrutar y ser felices. Hay que tener memoria para seguir emocionandonos y disfrutar de las pequeñas cosas. Un saludo
Discrepo con Saiza en una cosa ,la memoria se utiliza para otras cosas,para emocionarnos solo hace falta sensibilidad y sentimiento.
Una persona nunca se siente mayor si tu corazón y mentalidad lo sigues manteniendo joven.
Hay que vivir todas las etapas al máximo,tiempo habrá para la quietud.
Te lo dice una cincuentona.
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