Yo era un creyente y he dejado de creer. Tenía fe. Y no la tengo. Estoy perdido, Señor, perdido. Creía en la gente, creía en la verdad. Tenía fe en las cosas. Pero he dejado de tenerla. Ahora soy un escéptico, un cínico.
He dejado de creer en la gente y en lo que dice. He dejado de creer la publicidad. Yo le tenía confianza. Creía. Cuando me decían que la cerveza era light y baja en alcohol me bebía litros y litros, pero engordaba y me emborrachaba. Claro que me daba todo igual. Cuando estás borracho todo te da igual.
Para ser feliz me compré un estupendo teléfono móvil. Todos los que lo tenían en la tele eran muy felices. Y yo quería ser así de feliz. Y que las mujeres me quisieran así. Y se quisieran hacer fotos conmigo. Pero fui muy infeliz. La factura del móvil subía y subía de mandar mensajes para descargarme bromas, juegos, canciones. No era feliz. Las mujeres no me querían.
Creí también que comprando esas pastillas de menta me besarían. Que sin ellas no hay beso. Y con ellas como un imán tus labios atraen otros labios. Fue un fracaso. Siguieron sin besarme. Ni obligadas por la policía lo harían.
Me compré un coche que debía hacerme feliz. Me gusta conducir. Y el coche proporciona kilómetros de felicidad. Pero no fue así. La gasolina subía y subía. El seguro subía y subía. Y el coche estaba parado todo el día. No podía gastar en gasolina. No podía arriesgarme a darme un golpe sin el seguro a todo riesgo.
Ahora me había aficionado a una bebida sin azúcar. Cantaba la canción continuamente. Era pegadiza. Pero ha sido el punto final, la gota que ha colmado el vaso. He engordado y me he intoxicado. Como vea al enano que la anuncia le parto la cara.
La publicidad me ha hecho infeliz y desconfiado. No volveré a confiar en nada. En nadie. Sólo en las chicas Special K. Esas no van a fallarme, ¿verdad, Señor?
He dejado de creer en la gente y en lo que dice. He dejado de creer la publicidad. Yo le tenía confianza. Creía. Cuando me decían que la cerveza era light y baja en alcohol me bebía litros y litros, pero engordaba y me emborrachaba. Claro que me daba todo igual. Cuando estás borracho todo te da igual.
Para ser feliz me compré un estupendo teléfono móvil. Todos los que lo tenían en la tele eran muy felices. Y yo quería ser así de feliz. Y que las mujeres me quisieran así. Y se quisieran hacer fotos conmigo. Pero fui muy infeliz. La factura del móvil subía y subía de mandar mensajes para descargarme bromas, juegos, canciones. No era feliz. Las mujeres no me querían.
Creí también que comprando esas pastillas de menta me besarían. Que sin ellas no hay beso. Y con ellas como un imán tus labios atraen otros labios. Fue un fracaso. Siguieron sin besarme. Ni obligadas por la policía lo harían.
Me compré un coche que debía hacerme feliz. Me gusta conducir. Y el coche proporciona kilómetros de felicidad. Pero no fue así. La gasolina subía y subía. El seguro subía y subía. Y el coche estaba parado todo el día. No podía gastar en gasolina. No podía arriesgarme a darme un golpe sin el seguro a todo riesgo.
Ahora me había aficionado a una bebida sin azúcar. Cantaba la canción continuamente. Era pegadiza. Pero ha sido el punto final, la gota que ha colmado el vaso. He engordado y me he intoxicado. Como vea al enano que la anuncia le parto la cara.
La publicidad me ha hecho infeliz y desconfiado. No volveré a confiar en nada. En nadie. Sólo en las chicas Special K. Esas no van a fallarme, ¿verdad, Señor?
Marcas que prometen mucho y ¿qué dan?
1 comentario:
Genial, una buena critica. Estamos en la sociedad del consumo y en busca de la felicidad que nunca llega por inconformistas. Un abrazo
Publicar un comentario