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sábado, enero 31, 2009

1%

Como los preservativos tienen un 99% de eficacia, resulta que tienen un 1% de error. Por eso yo llamaba a mi hija 1%, porque era ese margen de error.
Por lo demás era una niña normal, gritaba como todas, era caprichosa como todas, racionalmente guapa como todas, irracionalmente estúpida como todas y muy pesada, como todas.
En el colegio no destacaba por su inteligencia, pero sí por sus bonitos arreglos capilares, en los que su madre se esmeraba mucho. Pasaba los cursos sin apuros y sin brillantez. Una más del montón. ¿Significaría eso que todos los niños eran frutos también de ese 1%?
Pero a partir del instituto empezó a notársele una rareza. Evidentemente una debía de tener. Era incapaz de distinguir un complemento directo. Sabía qué era todo lo demás. Pero no era capaz de distinguir un complemento directo. Ni pasándolo a pasiva. Ni con el truco clásico, y erróneo, de preguntarle no sé qué al verbo.
Los complementos directos eran un misterio para ella. Eran invisibles. Tuve que enseñarle a reconocerlos por omisión. Si todo lo demás no era complemento directo lo que quedaba habría de serlo.
Comprendí entonces, viendo aquel defecto, que sí, que los preservativos fallan en un 1%, pero que en ese fallo va aparejado algo más. En ese condón quedan muchas más cosas que una parte de esperma, quedan básicos e imprescindibles rasgos genéticos grabados durante generaciones en el genoma humano. Queda además de lo evidente, parte de lo que hace al resto personas completas.
Tal vez por eso los fabricantes deberían dejar más margen al error, un 2% o un 5%, así habría más fallos, pero serían mejores.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Sencillamente genial, yo creo que la maldita humanidad es ese 1%, y que Dios se tiró a vete a saber que ente y le tocó la capucha jodida.

Qué le vamos a hacer...

Mixha Zizek dijo...

Interesante post, y si uno forma parte de ese 1% muy interesante disyuntiva sobre la humanidad. besos