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domingo, agosto 02, 2009

AYUNTAMIENTO

El edificio es grande, de feo ladrillo rojo. Es un edificio viejo, con puertas que no cierran bien, con viejas verjas en las ventanas, con escalones que un día estuvieron lustrosos y que ahora, a fuerza de pisarlos, subiendo, bajando, tienen una sucia pátina, unos arañazos que las señoras que limpian no pueden eliminar por más que frieguen y frieguen.
Esos escalones, muchos y muchos por todos lados, que a veces salen en lugares inopinados propiciando sustos y saltos, conducen al piso en el que Laura trabaja y al resto de pisos. En el primero, recepciones, registros, lugares donde el público acude y es atendido. En el segundo, mesas, oficinas, despachos, cartelitos en el techo anunciando el negociado correspondiente, cartelitos que indican el nombre de la persona que habla, que atiende el negociado. En este segundo piso trabaja Laura.
En el tercero despachos importantes, pocas visitas, materiales nobles, puertas cerradas, cartelitos ahora en las puertas indicando el cargo y el nombre, indicando la importancia de la persona que tras la puerta trabaja, recibe, despacha asuntos y papeles.
El edificio, ayuntamiento de un pueblo mediano, está en la plaza principal del lugar. Una iglesia cerca, más oficinas y despachos, tráfico, gente que cruza y pasa y va al cercano bar frecuentado por funcionarios y desocupados.
Laura trabaja allí desde hace ya seis años. Al terminar la carrera estuvo un tiempo buscando, haciendo cosas, intentando encontrar algo y un lugar. Y se decidió por hacer unas oposiciones, un valor seguro según todos, y entró en el ayuntamiento con veintiocho años, joven aún, pero ya consciente de que la edad iba hacia delante y que tenía que hacer cosas en la vida y no sólo buscar y buscar y estar y vivir sin otra razón que vivir y estar.
En el ayuntamiento había hecho amistades, conocido gentes, agrupado en torno a ella elementos que luego serían importantes en su vida. Era una empleada eficiente con un gran conocimiento de su trabajo, con un alto nivel de competencia. Así el cambio de gobierno nunca le había afectado. Todos apreciaban por igual la capacidad de trabajar y despachar asuntos que Laura había demostrado.
En el ayuntamiento estaba parte de su vida, la parte divida de su vida que dedicaba a las amistades y el día a día, era su vida más grande, la que más tiempo le ocupaba y en la que, curiosamente, menos pensaba.

Edifico de ladrillo rojo

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