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martes, junio 04, 2013

UN ESCÁNDALO MUSICAL. LA CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERA

Juntar a gran parte de la gran sociedad parisina en un auditorio, con sus hombres de ideas avanzadas y cosmopolitas y sus hombres de ideas conservadoras y clásicas, a escuchar un cuadro de la Rusia pagana tiene mucho riesgo. Las sillas acabaron volando, después de que lo hicieran los reproches, los insultos y los puños.

Coco Chanel, Picasso o Cocteau estaban entre ese público que había ido a apoyar a su amigo Igor Stravinski. El autor ruso ya había estrenado otras obras antes, pero eran obras menos arriesgadas. Petruska y El Pájaro de fuego fueron grandes éxitos. Ahora Stravinski pensaba apostar fuerte por una creación más arriesgada.

Con una música que huye del formulismo clásico, sin una melodía que pueda seguirse, con muchos cambios de registros y hasta de afinación en algunos instrumentos, con los vientos soplando fuerte, la música va desatando las iras del público. Pero es sobre todo la coreografía lo que está provocando los altercados en la sala.

Antes del intermedio ya ha habido algunos problemas. La música apenas se oye entre aplausos, gritos, pataleos y silbidos. Tras el intermedio las sillas vuelan, alguna dama abofetea a los caballeros que aplauden y muestran su conformidad con lo visto en el escenario. La obra llega hasta el final de una forma milagrosa.

¿Y qué se estaba viendo? Como el propio nombre indica, se oyen cuadros de la Rusia pagana. Una joven va a ser sacrificada para que llegue la primavera. Se representan en escena danzas alocadas, ligeras de ropa, danzas que incluyen el sufrimiento y el sacrificio de la joven. Desnudez, paganismo, locura. Todo eso es La Consagración de la Primavera. Eso escandalizó tanto al público más avanzado de comienzos del siglo XX.

Ha quedado como uno de los grandes momentos de la música. La obra, ahora reconocida como un clásico, trasciende su mera significación de entretenimiento, de arte, para ir más allá, para golpear en la moral de los asistentes. Con su configuración arrítmica, su falta de melodía, sus explosiones sonoras, la obra cambia los fundamentos de la música clásica hasta la época. Y se convierte, aún hoy, en un imprescindible de la música moderna.




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