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jueves, abril 30, 2009

VALOR

El soldado, sudor, sangre, barro, testosterona y demás materiales líquidos y olorosos, se arrojó contra las líneas enemigas. Sus compañeros a lo lejos gritaban, locos de alegría, la acción del compañero. Sus amigos a lo lejos gritaban, horrorizados, la acción de su amigo.
Es un héroe.
Es un loco.
No se ponían de acuerdo en qué era. Sus compañeros le tomaron por un héroe. Un ejemplo a seguir, un hombre contra todo un ejército, un hombre que iba a perder, que iba a morir, pero que arrostraba el valor sin miedo, que por su país, sus ideas, sus compañeros iba a entregar la vida valientemente, sin pensar en las consecuencias.
Sus amigos le tomaron por un loco. Iba a perder la vida por nada. Sí, sus amigos eran su país, pero aún así no era necesario entregar la vida por ellos. O no así. Inconscientemente. Sin necesidad. Y sin posibilidad de vivir.
Salió, milagrosamente, vivo de aquello. Herido, pero vivo. Fue vitoreado por todos, aplaudido por todos. Unos porque era un héroe. Otros porque había vuelto vivo. Siguió siendo un loco y un héroe. Pero nunca fue el mismo.
Nunca se supo si le echó valor o si fue un loco, si arriesgó su vida por su país o por un acto de desesperación, de acabar con todo. Nunca nadie lo supo, ni siquiera él. Lo pensaba en las noches al raso con el resto de compañeros.
Lo pensaba tendido en su cama solitaria años después. ¿Era un loco o un héroe? ¿Fue un acto de valentía o sólo fue un acto de inconsciencia?
El resto de su vida fue una búsqueda de esa respuesta.


Locos, cobardes, valientes, El rojo emblema del valor

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